Viernes 26 de abril de 2024

Último adiós en Catamarca al padre Bulacio

  • 4 de marzo, 2019
  • San Fernando del Valle de Catamarca (AICA)
Luego de padecer una grave enfermedad, el padre Manuel Antonio Bulacio falleció el 3 de marzo a los 52 años en la ciudad de Córdoba. Sus restos fueron velados en la capital catamarqueña, donde se celebró la misa de exequias. Antes de ser llevados a su ciudad natal, Belén, sus restos fueron llevados a la ciudad de Choya, donde la comunidad brindó su último adiós.
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Las comunidades catamarqueñas de San Fernando del Valle de Catamarca, Choya y Belén, despidieron al padre Manuel Antonio Bulacio, fallecido el 3 de marzo en Córdoba tras padecer una grave enfermedad.
Sus restos fueron velados en la catedral basílica y santuario de Nuestra Señora del Valle, en la capital catamarqueña, donde se celebró la misa exequial.

Antes de partir a su pueblo natal, Belén, para ser velados y sepultados, sus restos fueron llevados a Choya, donde trabajó pastoralmente durante el último tiempo.

En el centenario templo del Señor de los Milagros, en Choya, recibió el homenaje de la comunidad educativa del colegio Juan Pablo II y de los vecinos de esa jurisdicción de la parroquia Santa Rosa de Lima.

Desde la avenida Virgen del Valle, fue acompañado en procesión hasta la capilla, donde se llevó a cabo una ceremonia religiosa, presidida por el párroco, Pbro. Armengol Acevedo, quien invitó a todos los presentes a unirse en oración para pedir por el eterno descanso del alma del sacerdote que sirvió en ese sector del norte de la ciudad capital.

Frente la capilla, Adrián Domínguez, en representación de la institución educativa, pronunció las palabras de despedida, indicando: "Hay pastores que estuvieron y estarán en el corazón de su pueblo; es así como el Padre Antonio llegaba a esta comunidad de Choya, para continuar haciendo crecer la fe en el Maestro y su Santísima Madre. Los jóvenes ocupaban un lugar primordial en su corazón".

"Hoy, el Señor lo eligió, seguramente comparte la gloria eterna junto a quien lo precedió, el padre Mario Villagrán. Fue un sacerdote para siempre, mediador entre Dios y los hombres", expresó, agregando que "queda mucho por hacer en nuestro colegio, pero damos gracias a Dios por estos dos ángeles que guiarán esta obra".

Destacó que "en su apostolado de la salud supo acompañar a los enfermos no sólo del cuerpo sino del alma. A lo largo de su vida estuvo presente junto a tantos hermanos que extrañaremos su presencia, pero sabemos que le espera la vida eterna, allí donde no hay dolor ni tristeza, pero sí la alegría de la Resurrección".

Finalmente manifestó: "Hoy, estos niños, jóvenes, familias y todos los que formamos esta comunidad educativa del colegio Juan Pablo II te decimos: ´Descansa en paz, padre Antonio. Hasta pronto´".

Tras su breve paso por Choya, sus restos fueron trasladados a la ciudad de Belén, donde fueron velados, y se celebró la misa de Exequias, en el Santuario de Nuestra Señora de Belén, para después recibir cristiana sepultura.

El Padre Bulacio era oriundo de la ciudad de Belén. Fue ordenado sacerdote el 28 de diciembre de 1999.
Desempeñó su ministerio sacerdotal en distintos puntos del territorio diocesano, entre ellos, la parroquia de San Roque, con sede en la ciudad de Recreo, departamento La Paz (como diácono), parroquia de Nuestra Señora del Rosario, con sede en Hualfín, departamento Belén; parroquia de San Francisco de Asís, con sede en la ciudad de Andalgalá, departamento homónimo; parroquia de Santa Rosa de Lima, con sede en Capital, en cuya jurisdicción atendió espiritualmente a los fieles de la Capilla del Señor de los Milagros, en Choya. En esa misma comunidad estuvo a cargo del colegio parroquial Juan Pablo II, adonde concurren niños y adolescentes de la zona norte de la ciudad capital.

Fue capellán del hospital San Juan Bautista y responsable de la Pastoral de la Salud, siempre atento y llevando consuelo y los Sacramentos a los hermanos enfermos.



Su principal obra, realizada de manera silenciosa, paciente y perseverante desde hace varios años, fue su dedicación a los jóvenes con adicciones, a quienes ayudó llevándolos a otros puntos del país para su recuperación, hasta que pudo lograr la instalación en nuestra diócesis de la casa, que fue en manos de la Comunidad Cenáculo y bajo el patronazgo de Nuestra Señora del Valle.

Tras empeñosa labor y confiado en la providencia divina, vio nacer este espacio, que fue cobrando vida en el predio donado por el obispado de Catamarca, ubicado en el puesto Los Molles, distante a 2 kilómetros y medio campo adentro, antes de llegar a la caminera de El Rodeo, en el departamento Ambato.

Para esta obra no dudó en llegar hasta el papa Francisco, quien realizó su aporte para la construcción de la pequeña casa, que hoy crece gracias al trabajo de los chicos que allí ven una luz de esperanza ante el flagelo de las drogas.

Esa obra es testimonio de su amor por los más pobres y necesitados, a quienes siempre tendió su mano y les llevó a Jesús, a quien entregó su vida a través del ministerio sacerdotal.

El obispo diocesano de Catamarca, monseñor Luis Urbanc, y el clero catamarqueño agradecen de corazón el servicio brindado por el padre Manuel Antonio Bulacio durante 19 años en la diócesis de Catamarca; rezan por el eterno descanso de su alma, y acompañan a su familia con la oración y su cercanía de pastores.+