Viernes 29 de marzo de 2024

El Papa a católicos: No tengan miedo de llevar la "bendición" que Rumania necesita

  • 31 de mayo, 2019
  • Bucarest (Rumania) (AICA)
El papa Francisco presidió este viernes la misa en la catedral San José de Bucarest, donde animó a la minoría católica a tomar el ejemplo de la Virgen María y a no tener miedo de ser los portadores de "la bendicioen que Rumania necesita". También los exhortó a ser "promotores de una cultura del encuentro que desmienta la indiferencia y la divisioen y permita a esta tierra cantar con fuerza las misericordias del Senñor".
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El papa Francisco presidió este viernes la misa en la catedral San José de Bucarest, donde animó a la minoría católica a tomar el ejemplo de la Virgen María y a no tener miedo de ser los portadores de "la bendicioen que Rumania necesita".

"Sean los promotores de una cultura del encuentro que desmienta la indiferencia y la divisioen y permita a esta tierra cantar con fuerza las misericordias del Senñor", exhortó, y sostuvo: "La Virgen María nos recuerda que Dios puede realizar siempre maravillas si permanecemos abiertos a Eel y a los hermanos".

En la homilía, el pontífice destacó que en la oración del Magnificat "Mariea entona las maravillas que el Senñor realizoe en su humilde esclava con el gran canto de esperanza para aquellos que ya no pueden cantar porque han perdido la voz".

"Canto de esperanza que tambieen nos quiere despertar e invitarnos a entonar hoy por medio de tres maravillosos elementos que nacen de la contemplacioen de la primera disciepula: Mariea camina, Mariea encuentra, Mariea se alegra", explicó.

"Mariea camina, encuentra y se alegra porque llevoe algo maes grande que ella misma: fue portadora de una bendicioen", precisó al instar al anuncio del Evangelio con alegría y sin miedo.



Texto completo de la homilía
El Evangelio que acabamos de escuchar nos sumerge en el encuentro de dos mujeres que se abrazan y llenan todo de alegriea y alabanza: salta de gozo el ninño e Isabel bendice a su prima por su fe; Mariea entona las maravillas que el Senñor realizoe en su humilde esclava con el gran canto de esperanza para aquellos que ya no pueden cantar porque han perdido la voz. Canto de esperanza que tambieen nos quiere despertar e invitarnos a entonar hoy por medio de tres maravillosos elementos que nacen de la contemplacioen de la primera disciepula: Mariea camina, Mariea encuentra, Mariea se alegra.

Mariea camina desde Nazaret a la casa de Zacarieas e Isabel, es el primer viaje de Mariea que nos narra la Escritura. El primero de muchos. Irae de Galilea a Beleen, donde nacerae Jesues; huirae a Egipto para salvar al Ninño de Herodes. Irae tambieen todos los anños a Jerusaleen para la Pascua, hasta seguir a Jesues en el Calvario. Estos viajes tienen una caracteriestica: no fueron caminos faeciles, exigieron valor y paciencia. Nos muestran que la Virgen conoce las subidas, conoce nuestras subidas: ella es para nosotros hermana en el camino. Experta en la fatiga, sabe coemo darnos la mano en las asperezas, cuando nos encontramos ante los derroteros maes abruptos de la vida.

Como buena mujer y madre, Mariea sabe que el amor se hace camino en las pequenñas cuestiones cotidianas. Amor e ingenio maternal capaz de transformar una cueva de animales en la casa de Jesues, con unos pobres panñales y una montanña de ternura (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 286). Contemplar a Mariea nos permite volver la mirada sobre tantas mujeres, madres y abuelas de estas tierras que, con sacrificio y discrecioen, abnegacioen y compromiso, labran el presente y tejen los suenños del manñana. Entrega silenciosa, recia y desapercibida que no tiene miedo a "remangarse" y cargarse las dificultades sobre los hombros para sacar adelante la vida de sus hijos y de toda la familia esperando «contra toda esperanza» (Rm 4,18). Es un recuerdo vivo el hecho que en su pueblo existe y late un fuerte sentido de esperanza, maes allae de todas las condiciones que puedan ofuscarla o la intentan apagar.

Mirando a Mariea y a tantos rostros maternales se experimenta y alimenta el espacio para la esperanza (cf. Documento de Aparecida, 536), que engendra y abre el futuro. Digaemoslo con fuerza: En nuestro pueblo hay espacio para la esperanza. Por eso Mariea camina y nos invita a caminar juntos.

Mariea encuentra a Isabel (cf. Lc 1,39-56), ya entrada en anños (v. 7). Pero es ella, la anciana, la que habla de futuro, la que profetiza: «llena de Espieritu Santo» (v. 41); la llama «bendita» porque «ha creiedo» (v. 45), anticipando la ueltima bienaventuranza de los Evangelios: bienaventurado el que cree (cf. Jn 20,29). Asie, la joven va al encuentro de la anciana buscando las raieces y la anciana profetiza y renace en la joven regalaendole futuro. Asie, joevenes y ancianos se encuentran, se abrazan y son capaces de despertar cada uno lo mejor del otro.

Es el milagro que surge de la cultura del encuentro donde nadie es descartado ni adjetivado; sino donde todos son buscados, porque son necesarios, para reflejar el Rostro del Senñor. No tienen miedo de caminar juntos y, cuando esto sucede, Dios llega y realiza prodigios en su pueblo. Porque es el Espieritu Santo quien nos impulsa a salir de nosotros mismos, de nuestras cerrazones y particularismos para ensenñarnos a mirar maes allae de las apariencias y regalarnos la posibilidad de decir bien ? "bendecirlos"? sobre los demaes; especialmente sobre tantos hermanos nuestros que se quedaron a la intemperie privados quizaes no soelo de un techo o un poco de pan, sino de la amistad y del calor de una comunidad que los abrace, cobije y reciba.

Cultura del encuentro que nos impulsa a los cristianos a experimentar el milagro de la maternidad de la Iglesia que busca, defiende y une a sus hijos. En la Iglesia, cuando ritos diferentes se encuentran, cuando no se antepone la propia pertenencia, el grupo o la etnia a la que se pertenece, sino el Pueblo que unido sabe alabar a Dios, entonces acontecen grandes cosas. Digaemoslo con fuerza: Bienaventurado el que cree (cf. Jn 20,29) y tiene el valor de crear encuentro y comunioen.

Mariea que camina y encuentra a Isabel nos recuerda doende Dios ha querido morar y vivir, cuael es su santuario y en quee sitio podemos escuchar su palpitar: en medio de su Pueblo. Allie estae, allie vive, allie nos espera. Escuchamos como dirigida a nosotros la invitacioen del Profeta a no temer, a no desfallecer. Porque el Senñor, nuestro Dios estae en medio de nosotros, es un salvador poderoso (cf. So 3,16-17).

Este es el secreto del cristiano: Dios estae en medio de nosotros como un salvador poderoso. Esta certeza, como a Mariea, nos permite cantar y exultar de alegriea. Mariea se alegra porque es la portadora del Emmanuel, del Dios con nosotros. «Ser cristianos es gozo en el Espieritu Santo» (Exhort. ap. Gaudete et exhultate, 122). Sin alegriea permanecemos paralizados, esclavos de nuestras tristezas. A menudo el problema de la fe no es tanto la falta de medios y de estructuras, de cantidad, tampoco la presencia de quien no nos acepta; el problema de la fe es la falta de alegriea. La fe vacila cuando se cae en la tristeza y el desaenimo.

Cuando vivimos en la desconfianza, cerrados en nosotros mismos, contradecimos la fe, porque, en vez de sentirnos hijos por los que Dios ha hecho cosas grandes (cf. v. 49), empequenñecemos todo a la medida de nuestros problemas y nos olvidamos que no somos hueerfanos: tenemos un Padre en medio de nosotros, salvador y poderoso. Mariea viene en ayuda nuestra, porque maes que empequenñecer, magniefica, es decir, "engrandece" al Senñor, alaba su grandeza.

Este es el secreto de la alegriea. Mariea, pequenña y humilde, comienza desde la grandeza de Dios y, a pesar de sus problemas ?que no eran pocos? estae con alegriea, porque confiea en el Senñor en todo. Nos recuerda que Dios puede realizar siempre maravillas si permanecemos abiertos a eel y a los hermanos. Pensemos en los grandes testigos de estas tierras: personas sencillas, que confiaron en Dios en medio de las persecuciones. No pusieron la confianza en el mundo, sino en el Senñor, y asie avanzaron. Deseo dar gracias a estos humildes vencedores, a estos santos de la puerta de al lado que nos marcan el camino. Sus laegrimas no fueron esteeriles, fueron oracioen que subioe al cielo y regoe la esperanza de este pueblo.

Queridos hermanos y hermanas: Mariea camina, encuentra y se alegra porque llevoe algo maes grande que ella misma: fue portadora de una bendicioen. Como ella, tampoco nosotros tengamos miedo a ser los portadores de la bendicioen que Rumania necesita. Sed los promotores de una cultura del encuentro que desmienta la indiferencia y la divisioen y permita a esta tierra cantar con fuerza las misericordias del Senñor.
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