Viernes 29 de marzo de 2024

Mons. Buenanueva: "El vértigo de una presencia"

  • 28 de mayo, 2020
  • San Francisco (Córdoba) (AICA)
Monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva reflexionó sobre el Evangelio
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En una nueva entrega de su columna semanal en el periódico “La Voz de San Justo”, el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, se centró en la escena en que Jesús les dice a sus discípulos: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”.



“Es el texto que escuchamos este domingo, celebrando la Ascensión del Señor. Es una narración breve y concisa, toda ella dominada por la figura del Cristo glorioso”, señaló. “Quienes han visto (y disfrutado) la extraordinaria versión fílmica del primer Evangelio, realizada por Pier Paolo Pasolini, no dejarán de recordar que ‘su Jesús’ es precisamente así: serio, majestuoso, solemne, transparente… Pero, precisamente por esto, cercano, amigo y salvador. Sus humanísimos gestos desarman, porque llegan hondo”, describió.



“Volvamos al texto evangélico. Por lograda que sea, ninguna aproximación artística lo supera. Atendamos al movimiento de los personajes: Jesús y los discípulos. Éstos, obedeciendo a las mujeres que les hablan en nombre del Maestro, vuelven a Galilea y, en el monte (lugar de la manifestación divina), se postran delante del Resucitado. Y anota el evangelista: ‘Sin embargo, algunos todavía dudaron’. Así es siempre la fe: débil, vacilante, abierta, buscadora”, destacó.



“¿Qué hace el Resucitado? ¿Los recrimina? ¿Les dirige un discurso de fuego? No. Sencillamente se acerca a ellos y, sin mediar reto alguno, les confía su propia misión: hacer que todos los pueblos se conviertan en discípulos de Cristo. A estos discípulos, en cuyos corazones se mezcla el reconocimiento y la vacilación, se les confía una misión de vértigo”, relató.



“En eso estamos todavía: haciéndonos cargo de ese mandato que, mientras más lo comprendemos y vivimos, caemos más en la cuenta de que nos desborda, nos excede y supera. Si fuera por nosotros… hace rato que hubiéramos tirado la toalla. De tanto en tanto, esa tentación aparece, aguda y punzante en lo hondo de la conciencia”, reconoció. “Sin embargo… ahí están las palabras de Jesús, haciendo eco en el corazón de cada creyente: ‘Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo’”, recalcó.



“Una Presencia. Ese es el verdadero vértigo de la misión. Su Presencia amiga y redentora”, concluyó.+