Martes 19 de marzo de 2024

Francisco en Pentecostés: "El secreto de la unidad es donarse"

  • 31 de mayo, 2020
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
"Pese a que los apóstoles eran diferentes entre ellos, sin embargo formaron un solo pueblo: el pueblo de Dios, plasmado por el Espíritu, que entreteje la unidad con nuestra diversidad, y da armonía".
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“Pese a que los apóstoles eran diferentes entre ellos, sin embargo formaron un solo pueblo: el pueblo de Dios, plasmado por el Espíritu, que entreteje la unidad con nuestra diversidad, y da armonía, porque el Espíritu, es armonía”, comenzó explicando el papa Francisco al celebrar la misa de la solemnidad de Pentecostés.



“El Espíritu es la unidad que reúne a la diversidad. Jesús no cambió a los apóstoles, no los uniformó, ni los convirtió en ejemplares producidos en serie. Jesús dejó las diferencias que caracterizaban a cada uno de ellos: pescadores, gente sencilla, recaudadores de impuestos. Había dejado sus diferencias y, ahora, ungiéndolos con el Espíritu Santo, los une. La unión se realiza con la unción. En Pentecostés los apóstoles comprendieron la fuerza unificadora del Espíritu”, expresó Francisco.



Francisco se preguntó por las diferencias de opinión, de elección, de sensibilidad, que diferencian a los hombres y pidió: “No caigamos en la tentación de querer defender a capa y espada las propias ideas, considerándolas válidas para todos, y en llevarnos bien sólo con los que piensan igual que nosotros. Esta es una fe, construida a nuestra imagen y no es lo que el Espíritu quiere. La humanidad, dentro de las diferencias, alcanza la unidad por el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo nos recuerda que, ante todo, somos hijos amados de Dios”, afirmó.



“El Espíritu desciende sobre nosotros, a pesar de todas nuestras diferencias y miserias, para manifestarnos que tenemos un solo Señor, Jesús, y un solo Padre, y que por esta razón somos hermanos y hermanas. Empecemos de nuevo desde aquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíritu, no como la mira el mundo”.



Luego hizo referencia a un “secreto” para la unidad de los pueblos: “La mirada mundana ve estructuras que hay que hacer más eficientes”, describió, mientras que “la mirada espiritual ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos confeti llevado por el viento, sino teselas irreemplazables de su mosaico”, comparó el Pontífice.



El día de Pentecostés se realiza “la primera obra de la Iglesia: el anuncio”, indicó Francisco. “Los apóstoles salen a proclamar el Evangelio, sin ninguna estrategia ni plan pastoral. Se lanzan corriendo riesgos, poco preparados, salen con el solo deseo que les anima: dar lo que han recibido. Porque es ese el secreto de la unidad, y del Espíritu: donarse”, reveló.



“Porque Él es don, vive donándose a sí mismo y de esta manera nos mantiene unidos, haciéndonos partícipes del mismo don. Es importante creer que Dios es don, que no actúa tomando, sino dando. ¿Por qué es importante? Porque nuestra forma de ser creyentes depende de cómo entendemos a Dios. Si tenemos en mente a un Dios que arrebata y se impone, también nosotros quisiéramos arrebatar e imponernos: ocupando espacios, reclamando relevancia, buscando poder. Pero si tenemos en el corazón a un Dios que es don, todo cambia. Si nos damos cuenta de que lo que somos es un don suyo, gratuito e inmerecido, entonces también a nosotros nos gustaría hacer de nuestra vida un don”.



Más adelante, Francisco invitó a la comunidad a examinar el propio corazón: “Examinemos qué nos impide darnos al otro. Dentro de nosotros tenemos a los tres enemigos del don: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo”. En primer lugar, describió al narcisismo, “que lleva a la idolatría de sí mismo y a buscar sólo el propio beneficio”. Luego mencionó al victimismo: “¡es peligroso! El victimista está siempre quejándose de los demás. En el drama que vive actualmente la humanidad, que grave pensar que no hay nadie que nos entienda y sienta lo que vivimos”. Finalmente, el pesimista es el que “arremete contra el mundo entero, pero permanece apático, ve todo negro y repite que nada volverá a ser como antes”.



Al concluir, Francisco aseguró: “Nos encontramos ante una carestía de esperanza y necesitamos valorar el don de la vida, el don que es cada uno de nosotros. Por esta razón, necesitamos el Espíritu Santo, don de Dios que nos cura del narcisismo, del victimismo y del pesimismo”.+