Domingo 10 de noviembre de 2024

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Inmaculada Concepción

Homilía de monseñor José Antonio Diaz, obispo de Concepción en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen (8 de diciembre de 2023)

¡Ave María Purísima!

Amados hermanos. Hoy todos somos peregrinos y buscamos un encuentro. Venimos a honrar a la Madre y ella nos acompaña al encuentro con Dios y los hermanos. La fe nos une y nos dinamiza. Nos hace caminar juntos, nos levanta la mirada y nos hace aspirar a bienes superiores. Por eso lo vivimos como una fiesta, por eso cantamos y nos alegramos.

La Palabra de Dios que acabamos de escuchar nos hace recorrer el camino de la Salvación obrado en favor nuestro a pesar de nuestro error y obstinación. Para lo cual Dios escogió a María para ser la Mujer nueva, prototipo de la nueva humanidad y modelo de la Iglesia.

Por ello, en primer lugar, el libro del Génesis nos muestra el pecado original con el que Adán y Eva, haciendo uso de su libertad, equivocaron el camino optando por desobedecer a Dios su Creador dejando en nosotros una tendencia a contradecir la verdad revelada, el orden natural establecido por el Creador, rechazando nuestra condición de hijos con la intención de hacernos iguales a Dios.

Fruto de esta desobediencia original sufrimos las terribles consecuencias de las guerras, el hambre, la injusticia, el desencuentro, los atropellos a la dignidad humana, el avance desmedido del narcotráfico y la inseguridad, el tráfico de personas, leyes que atentan contra la vida de los inocentes, la contaminación, la basura, la cultura del descarte, el deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación social, la pérdida del sentido de la vida y la búsqueda desenfrenada del bienestar por medio del consumo que deja una estela de frustraciones y tristeza fruto de un corazón cómodo y avaro que solo quiere placeres superficiales sin importar la vida del otro.

Pero Dios nos ama inmensamente y por eso Pablo nos recuerda que fuimos bendecidos con toda clase de bendiciones, elegidos para ser santos e irreprochables ante El por el amor, y destinados a ser sus hijos y herederos. Es decir, Dios es fiel a pesar de nuestra infidelidad y dureza de corazón.

Por eso somos hombres y mujeres de esperanza. No nos desalentamos. Aunque estemos rodeados de males no bajamos los brazos, seguimos caminando y buscando el abrazo amoroso de Dios que nos busca incansablemente para devolvernos la dignidad de hijos que hemos perdido. Dios se hizo encontradizo en el hermano, por eso, abrazar al hermano y cuidar de él es abrazar también a Dios y dejarnos cuidar por El.

En el colmo de este amor y esta búsqueda de Dios escoge a María para ser Madre del Salvador. En el saludo del Angel, la primera invitación es a la alegría, al gozo, tanto por el contenido del mensaje del que es portador como por la condición que se revela cuando se refiere a Ella: “la llena de gracia”. Toda santa es María. La Inmaculada fue concebida sin mancha de pecado original. No solo preservada, sino, y sobre todo, llena de Dios.

María, la nueva Eva, nuestra Madre, es la creación más bella de Dios y la convirtió en el paradigma de una humanidad nueva. Es la joven misionera que llevando a Jesús en su vientre salió de su mundo para ir a ayudar a su prima Isabel.

Es la mujer nueva que nos inspira la esperanza de una nueva humanidad.

Por eso hoy cantamos las maravillas obradas por Dios en María y que nos llena de esperanza, porque lo que vemos realizado en ella es promesa también para nosotros.

* * *

El próximo domingo cumpliremos 40 años de vida democrática sin interrupciones. Mucho se ha dicho acerca de esto. No es este el momento para hacer un detallado análisis acerca de los logros y los fracasos. Pero sin dudas, orientados por los datos de la realidad tenemos que reconocer que haber llegado a tan altos índices de pobreza e indigencia no es fruto de la casualidad. Algo debemos haber hecho mal y necesitamos pensar qué es eso en lo que nos hemos equivocado. En algún punto del camino tomamos malas decisiones y es propio de las personas prudentes sentarse a reflexionar. Como sociedad necesitamos sentar cabeza y volver a empezar. No con el ánimo de los fanatismos ciegos que nos convierte en necios e incapaces de dialogar. Nuestra Patria está compuesta por un complejo conjunto de realidades plurales que si queremos ordenarlas y orientarlas constructivamente no podemos seguir por el camino del enfrentamiento apasionado e irracional. Es indispensable priorizar el bien común sobre el bien particular. El bien de todos, sin excluir a nadie, privilegiando a los más necesitados, construyendo sólidamente sobre la verdad y la justicia, sobre la dinámica del diálogo y el encuentro. Nuestra crisis no es solo de orden económico, nuestro sistema de valores y principios también está colapsando porque hemos perdido hasta el sentido de la verdad objetiva. El subjetivismo y el relativismo ya casi no nos permiten distinguir lo verdadero de lo falso, lo natural de lo antinatural. No reconocer el orden natural es no reconocer a Dios como creador de todas las cosas. Que estén proponiendo un nuevo diseño cultural global sin entender y observar el sabio orden establecido por Dios es entregarnos en manos de hábiles manipuladores que nos quieren manejar a su antojo y conveniencia.

El camino que nos espera es duro, áspero y empinado. Pero si es necesario transitarlo para llegar a buen puerto, hay que hacerlo. Poniendo nuestra mejor buena voluntad y tirando todos para el mismo lado, sin agachadas, mancomunadamente y en paz. Sobre todo eso, constructiva y laboriosamente en paz. Será un signo de madurez y sabiduría. Si así lo hacemos, las nuevas generaciones estarán agradecidas y nosotros orgullosos de haberlo logrado.

Que así sea.

¡Viva nuestra Madre Inmaculada!

Mons. José Antonio Diaz, obispo de Concepción