Mons. Buenanueva: "Siempre hay que dejar abierto el espacio al arrepentimiento"
- 7 de febrero, 2023
- San Francisco (Córdoba) (AICA)
El obispo de San Francisco compartió una nueva reflexión sobre los desafíos de los crímenes y castigos que nos conmueven e interpelan.
“Los juicios por los asesinatos de Lucio Dupuy y Fernando Báez Sosa nos tienen que conmover, hacer pensar y actuar con decisión”, aseguró monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, obispo de San Francisco, al referirse a los recientes crímenes que conmueven e interpelan a la sociedad.
Haciendo referencia a una vieja idea de la escolástica que se retrotraería a Aristóteles, el prelado no dudó en destacar que “la medida de la justicia se restablece cuando los delincuentes purgan, a través de las penas proporcionales que les impone el juez, sus delitos”.
“En crímenes aberrantes, la expiación ha de ser realmente onerosa”, afirmó el obispo de San Francisco. “En otros tiempos, era la pena capital. Hoy lo es, por ejemplo, la prisión perpetua o largos años de cárcel”, prosiguió.
“El asesinato, el genocidio, la tortura u otras vejaciones suponen una herida a la dignidad de las víctimas que clama al cielo”, indicó, al tiempo que sugirió que “la justicia humana obra hasta donde puede. Por eso, solo la justicia divina puede llegar a la raíz de semejantes delitos”.
“Hay, sin embargo, un aspecto de la reparación que no podemos perder de vista: no solo la dignidad humana de la víctima ha sido herida, sino que también el victimario, al obrar como obró, ha lesionado su propia dignidad”, remarcó.
“Por eso, sin mermar en nada las penas que los delincuentes que han cometido estos delitos han de purgar, siempre hay que dejar abierto el espacio al arrepentimiento”, aseguró monseñor Buenanueva.
Citando el caso de Jacques Fesch, ajusticiado en la guillotina en 1957, recordó que ese joven francés realizó en la cárcel “un camino espiritual de conversión y arrepentimiento por el homicidio que había cometido, al tiempo que aceptó la pena capital a la que había sido conendado”.
En ese sentido, indicó que “no basta que los criminales vayan la cárcel a cumplir sus condenas. La sociedad también necesita que se rehabiliten realmente como seres humanos, en la medida en que esto sea posible y allí donde sea posible”.
Para eso, “las leyes tienen que ser justas y severas; la justicia tiene que esclarecer los delitos y castigarlos según corresponda”, explicó.
“Ninguna ley, sin embargo, puede obligar a nadie a arrepentirse ni a ofrecer su perdón a quien lo ofendió”, prosiguió el prelado, destacando que “no se impone la reconciliación por la fuerza de la ley. Aunque tampoco puede obstaculizar o impedir que eso ocurra”.
“Arrepentimiento y perdón son valores espirituales que siguen sus propios caminos, que siempre pasan por la conciencia de las personas, lugar privilegiado donde obra el Espíritu Santo”, concluyó.+