Mons. Bitar ordenó un diácono permanente en Oberá
- 10 de mayo, 2024
- Oberá (Misiones) (AICA)
Se trata de Ramón Oscar Viveros, de 53 años, casado hace 32 años con Elvira Ryll, con quien tiene cuatro hijos y un nieto. Realiza su servicio pastoral en la parroquia San José Obrero, de Campo Viera.
El obispo de Oberá, monseñor Damián Bitar, ordenó diácono permanente a Ramón Oscar Viveros, de 53 años, casado hace 32 años con Elvira Ryll, con quien tiene cuatro hijos y un nieto. La ceremonia tuvo lugar el pasado 3 de mayo en la parroquia San José Obrero, de la localidad de Campo Viera, donde Ramón realiza su servicio pastoral.
“Sin duda, este acontecimiento de gracia es un regalo de Dios para la diócesis, en el marco del año jubilar por sus 15 años”, expresó el prelado en su homilía, y reconoció a toda la comunidad San José Obrero como una parroquia de “puertas abiertas” y generosa para recibir a todos.
A su vez, recordó que “un diácono no es un sacerdote de segunda, ni un monaguillo de lujo, ni tampoco es un ‘súper laico’ que ha sido premiado con la ordenación. El diaconado es una vocación específica, un llamado, un carisma, un don. No es un premio, ni una conquista”.
“El diácono, por tanto, es en la Iglesia el custodio del servicio, el custodio de la caridad. Precisamente, esa armonía entre el servicio de la Palabra y el servicio a la caridad representa la levadura que hace crecer el cuerpo eclesial”, planteó, y añadió, citando la carta de San Pablo a los Gálatas: “El diácono, por tanto, es un servidor de Cristo y, al mismo tiempo, un apóstol, un misionero. Ambos términos van juntos, no pueden separarse jamás”.
Por eso, indicó que el camino a seguir, el único modo de ser discípulo de Jesús, es “servir…como Jesús, que se ha hecho diácono de todos” (San Policarpo). Por eso, advirtió que “frente a la tentación del carrerismo, de la figuración o del poder, debe prevalecer la lógica del servicio”.
“En la Iglesia, el poder reside en el servicio, no en otra cosa. Los diáconos son los custodios del poder ‘verdadero’ de la Iglesia”, consideró, destacando que, “si no se vive esta dimensión del servicio la vida cristiana y todo ministerio se vacía, se vuelve estéril, no produce frutos”.
Resaltando que lo específico del diaconado es la espiritualidad del servicio, expresó que éste implica disponibilidad: “La disponibilidad es apertura a las sorpresas cotidianas de Dios, es abrir las puertas de nuestro tiempo y de nuestros espacios a todos, a los que están cerca y a los que aparecen sin avisar…Implica, sin duda, un corazón ensanchado en el amor y en la generosidad…modelado por la oración, la meditación de la Palabra y la vida sacramental; la disponibilidad huele a Evangelio, nos habla del estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura”.
A su vez, sostuvo que la mansedumbre debe caracterizar a los diáconos: “El Señor con nosotros es paciente, comprensivo, siempre solícito. Así también, la vida cristiana está llamada a transfigurar el estilo de Dios, reflejado en gestos de bondad, en la actitud de escucha, en la amplitud de corazón para comprender, en la constancia para aconsejar y proponer, sin reprender jamás. En la mansedumbre, madura la vocación de ministros de la caridad”.
“San José, custodio de Jesús, de María y de la Iglesia, te ayude a ser custodio del poder de la Iglesia, que es el servicio. La Virgen Madre te cuide mucho junto a tu familia y, bajo su manto, nos cubra a todos”, concluyó.+