Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, Apóstoles

SCHEINIG, Jorge Eduardo - Homilías - Homilía de monseñor Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján en la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, Apóstoles (Santuario Basílica de Nuestra Señora de Luján, 28 de junio de 2020)

En este día la Iglesia, nos invita a recordar a dos grandes apóstoles de los comienzos de esta comunidad nuestra llamada iglesia, San Pedro y San Pablo. A estos apóstoles se los llama como columnas de la iglesia, basamentos, bases, porque Jesús dijo a los doce “Vayan” y ellos obedeciendo el mandato de Jesús salieron a predicar el Reino e hicieron comunidades de fe, de esperanza y de caridad, comunidades fundadas por ellos, en ellos.

El colegio apostólico fue el que recibió el mandato y la misión de hacer que la única Iglesia de Jesús se hiciera iglesias diversas, distintas. Y ellos son las columnas, los fundamentos, confirman a las cristinas y los cristianos de cada iglesia en la fe, en la esperanza, en el amor.

 Pedro y Pablo, dos grandes apóstoles. Los dos murieron mártires en Roma, por eso nuestro color litúrgico es el rojo, rojo sangre. Recordamos a dos testigos de la fe que dieron testimonio no sólo con la palabra sino con sus vidas.

Pedro murió en el año 64 y nos dice la tradición que el pidió ser crucificado boca abajo porque no sentía la dignidad de ser crucificado como el maestro. Pablo murió en el año 67 en Roma decapitado. Los dos grandes apóstoles. Uno que se dedicó mucho a la evangelización de los judíos, y el otro viajero inagotable que se dedicó especialmente a aquellos que no tenían la fe judía , los que se llamaban gentiles, las gentes.

 Pedro un papel distinto, original dentro del grupo de los Doce. Pedro y Pablo, dos grandes apóstoles.  Pero Jesús quiso que en esa comunidad Pedro tuviera un rol distinto.  El Evangelio que acabamos de leer nos muestra el diálogo que Jesús tuvo íntimamente con Pedro. Jesús resucitado tiene un diálogo con Pedro y es un dialogo dirigido a él. Muchas veces Jesús se ha dirigido a los Doce o a los discípulos. Este es un diálogo dirigido a él. Por eso la insistencia: Simón, hijo de Juan -está nombrando al padre,- yo me quiero dirigir a vos, te quiero preguntar a vos, lo distingue dentro del grupo  de los apóstoles. Simón, hijo de Juan ¿me quieres?

Por tres  veces le pide que le confiese su amor. Tres veces que tienen mucho que ver con las tres negaciones que Pedro hizo de Jesús.  Negó conocerlo el amigo íntimo, negó conocerlo en los momentos en que Jesús sufría la Pasión y Jesús sabe de sus negaciones, de su infidelidad, no porque lo vio traicionándolo, sino porque conoce el corazón de Pedro.

 Jesús sabe el interior de Simón Pedro, entonces le pide que le confiese su amor. No cualquier amor, un amor total, el amor que uno le puede dar  solo a Dios. Nadie podría exigirnos semejante amor, solamente Dios y Jesús está frente a Simón pidiéndole que le confiese su amor total.  

Simón le confiesa que él lo sabe todo, que él sabe de su fragilidad, de su debilidad, que está hecho de barro y es capaz de traicionar, pero también que lo quiere, que lo ama, Simón le confiesa que lo ama.

Entonces por tres veces, Jesús le confía el pastoreo de su rebaño, de su Iglesia. Me gustaría afirmar esto. Jesús le dice a Simón “Yo te hago pastor de mi Iglesia, de mi rebaño”. La Iglesia por la cual Jesús dió la vida no es una estructura. La iglesia de Jesús no es un edificio, no es una organización, son las personas por las cuales Jesús dio la vida. Jesús le confía a Simón el pastoreo de su Iglesia. Jesús le pide amor total y ahora lo invita a que sea un Pastor total. El amor a Jesucristo es correspondido por el amor de Simón Pedro por la iglesia. Pedro no puede amar a Jesús y no amar a la Iglesia. El amor total de Pedro a Jesús es su amor total de Pastor por su Iglesia, por la Iglesia de Jesucristo.

Hay muchos apóstoles, fundamentos de la fe de muchas comunidades, pero hay un apóstol Pedro que es entre el colegio de los apóstoles el Pastor de la Iglesia de Jesucristo y por ser él, el pastor total por el amor total que le tiene a Jesucristo y la confianza que Jesús tiene en él, es el encargado de sostener la comunión de la iglesia de Jesucristo.

Habrá muchos apóstoles y muchas iglesias, pero hay una sola Iglesia y Simón Pedro tiene la responsabilidad de sostenerla en la comunión. Será asistido por Jesús, será asistido por el Espíritu pero ésta es la responsabilidad que tiene este hombre y después de Pedro, sus sucesores.

 A lo largo de la historia esa misión de ser el Pastor de la Iglesia Universal se fue sucediendo como se suceden también los apóstoles en cada iglesia particular. En esta iglesia particular siempre habrá un pastor, un obispo. Ahora me toca a mí, le toco a Agustín, le tocó a otros obispos anteriores y después me sucederán otros obispos.

Siempre habrá  un apóstol, un obispo, también siempre habrá un obispo en Roma, el Papa.

Yo como obispo, necesito estar en comunión con el obispo de Roma. Somos el mismo colegio apostólico,  pero Él es el Pastor de la Iglesia y yo le debo filial obediencia. Los dos somos obispos, pero él es el que sostiene la comunión en la Iglesia.

En cada momento de la historia, el Espíritu se ha encargado de elegir, de llamar y de hacer real la unción del Papa.

A lo largo de mi vida, en mis 61 años, fui conociendo a varios.  A algunos los he leído en la historia y uno va repasando la vida, pero los que fueron marcando nuestra vida, la vida de muchos: Juan XXIII, el que abrió las puertas del concilio;  Pablo VI, el hombre que sostuvo el concilio y el postconcilio, Juan Pablo I, un papado muy corto, el hombre que iba a profundizar la reforma conciliar, Juan Pablo II, el santo Papa que llenó a la Iglesia de novedad, el papa polaco, ya era novedoso que no fuera un italiano, un papado largo lleno de cosas estupendas y de novedad. Benedicto XVI, el papa de la sabiduría, el papa de la cultura teológica y  filosófica profunda.

 Y ahora el Papa Francisco, el sucesor de Pedro, obispo de Roma, compatriota nuestro. Yo quería en este día estar aquí en Luján,  porque el Papa que hoy es el apóstol de Roma, el que sostiene la comunión de toda la Iglesia, es un compatriota nuestro, es un argentino que estuvo aquí, muchas veces celebró aquí, vino a rezar en silencio,  confesó en esta casa querida. Un Papa para un momento de la historia que la historia no va a olvidar.

Hay años en la historia que pasan desapercibidos. Este año en la historia va a ser una año que se va a recordar, es un tiempo de la historia complejo, difícil, sin querer entrar en una situación de desesperanza o de desánimo, ya es suficiente el desánimo que hay, no quisiera agregar nada más pero a nadie se le escapa que es un tiempo dificilísimo de la historia, de cambios, que uno apenas puede imaginarse. Que no sabemos hacia donde nos van a conducir y que nos llenan de perplejidad y el Espíritu ha llamado a un hombre dotado de capacidades  naturales pero también lleno de una gracia particular para ser el Pastor total de la iglesia de este tiempo.

 La confesión de amor de Francisco por Jesús y la confianza de Jesús por Francisco se vuelve a renovar. En este tiempo de la historia sin duda que hace falta un Papa que tenga capacidad de liderazgo, capacidad de gobierno, capacidad mística y Francisco tiene la gracia de tener capacidad de liderazgo, de decir cosas que orientan, que ayudan, que inspiran no sólo a la Iglesia sino al mundo.

 Es un líder de todo el mundo, tiene capacidad de gobierno, lo demuestra, un hombre con una fortaleza interior, capacidad de dar seguridad a la iglesia. Nos da firmeza, nos da seguridad conocemos el rumbo, un Papa con una enorme capacidad mística, enormemente mariano, pero muy inserto en el corazón de Dios.

 Ese don que tiene de discernimiento lo hace ser capaz de intuir el corazón de Dios, y  por eso muchos rasgos de Francisco son proféticos, no porque adivine el futuro,- no es ese el profetismo dentro de la iglesia- sino porque puede hablar desde el corazón de Dios y llegar al corazón del hombre.

Este hombre místico capaz de acompañar a los pobres del mundo y ser cercano a los pobres del mundo que son la mayoría y ser la voz de los que no tienen voz.

Para los argentinos es un desafío.  Francisco, el papa de la Iglesia.

Los argentinos somos argentinos y tenemos esta manera tan particular de vernos y de tratarnos. Evidentemente, también el Papa entre los argentinos muchas veces ha quedado presa de las divisiones que nosotros naturalizamos.

Para nosotros y uno lo dice con tristeza, muchas veces es normal estar divididos, de un lado o del otro y tratarnos y maltratarnos también estando de un lado o del otro. Y Francisco muchas veces ha quedado atrapado por nosotros de un lado o del otro y se desdibujó entre nosotros su figura de Pastor total para la comunión.

 En la misma iglesia, el Papa ha sufrido y sufre. No somos capaces de mirarlo desde la fe. Para nosotros  los cristianos es fundamental no perder esta dimensión, en la cual podemos decir con certeza que Francisco no está donde está porque lo quiso sino porque Dios lo eligió, el Espíritu lo puso ahí y por eso desde la fe nosotros estamos invitados a rezar por él, rezar mucho por él porque lo necesita.

 Ciertamente necesitamos en la Iglesia un Pedro, un sucesor de Pedro, un Apóstol de Roma, un Francisco que nos confirme en la misma fe, en el mismo bautismo, en el mismo Señor.

Por eso en este día en que recordamos a los apóstoles y rezamos especialmente por el Papa, queridas cristianas, queridos cristianos, les pido que en nuestro corazón la figura de Francisco sea una figura de fe y que podamos sostenerlo con la oración, con nuestra oración sentida.

Todos los días en la misa rezamos por nuestro Papa Francisco y cada iglesia particular reza por su apóstol, su obispo.En este día recemos por él.

El Evangelio de Juan, Jesús termina diciéndole a Pedro. “Tu amor hacia mí es total, tu amor hacia mi rebaño, hacia mi iglesia, es total. Te la confío. Quiero decirte Simón, que al final vas a vivir la Pascua como la vivo yo. Estás también invitado a seguirme, no a un lugar sino a la Pascua”.

Esta es la invitación que Jesús le hace a Francisco. Francisco sabe que su camino es la Pascua como la de Jesús.

Pidamos especialmente entonces para que el señor le de fuerzas y lo sostenga en su fe.

Si él está firme en la fe, también nosotros lo estamos.

Mons. Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján