Cuando las velas de San Cayetano se convirtieron en alimentos para los necesitados

  • 6 de agosto, 2015
  • Buenos Aires (AICA)
Una de las tradicionales costumbres de los miles de peregrinos y promesantes que concurrían al santuario de San Cayetano en el barrio porteño de Liniers, como ocurrirá el próximo viernes 7, era la de llevar velas y flores para el Santo en cumplimiento de las promesas efectuadas junto con los pedidos de pan y trabajo. Pero llegó un día en que estas ofrendas de cirios y flores dejaron de realizarse. Fue en la década del setenta.
Una de las tradicionales costumbres de los miles de peregrinos y promesantes que concurrían al santuario de San Cayetano en el barrio porteño de Liniers, como ocurrirá el próximo viernes 7, era la de llevar velas y flores para el Santo en cumplimiento de las promesas efectuadas junto con los pedidos de pan y trabajo. Pero llegó un día en que estas ofrendas de cirios y flores dejaron de realizarse. Fue en la década del setenta cuando la Iglesia promulgó el Concilio Vaticano II. El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Juan Carlos Aramburu, luego cardenal, adecuándose al "signo de los tiempos", propuso para regir los destinos de la parroquia San Cayetano (de 1969 a 1976) a un equipo moderno y renovador encabezado por el presbítero Ángel Sallaberremborde como párroco, y como vicarios parroquiales a los presbíteros Guillermo Rodríguez-Melgarejo (actual obispo de San Martín), Miguel A. Lagilla y Eduardo Ridano, quienes "aggiornaron" la parroquia con la pastoral popular, la nueva liturgia y una actualizada predicación y educación humana y evangélica, además de introducir diversas reformas en el templo. Fue entonces cuando el presbítero Sallaberremborde promovió el cambio del ofrecimiento de velas y flores. Pidió a los fieles que en lo sucesivo dejaran de llevar velas y flores para la fiesta de San Cayetano y que reemplacen esas tradicionales ofrendas con alimentos no perecederos y ropa para enviarlos a las provincias y asistir a los necesitados, imponiendo así una costumbre más solidaria. El pan que le pedían a San Cayetano, era ofrecido por los mismos necesitados, al igual que el niño de los panes y peces del Evangelio. Además instituyó el Servicio Social (bolsa de trabajo, farmacia, atención a familias necesitadas y madres solteras). La parroquia de San Cayetano adquirió de esta manera un perfil renovado y organizado que llamó la atención de las demás parroquias de la arquidiócesis y fue aceptado entusiastamente por los devotos del Santo. Como San Martín de Tours El padre Sallaberremborde falleció el 10 de julio pasado en el Hospital San Juan de Dios, de Ramos Mejía, a los 94 años de edad. Sus últimos años ejerció el ministerio sacerdotal en la localidad de Mariano Acosta, del partido de Merlo, diócesis de Merlo-Moreno. En sus años jóvenes solía participar, durante sus vacaciones de verano, en los equipos misioneros que realizaban las Misiones Rurales en la provincia de San Luis, misiones fundadas por el obispo de esa diócesis, monseñor Emilio A. di Pasquo, uno de los fundadores en la Argentina, junto con monseñor Enrique Rau y el padre Agustín Elizalde, de la Juventud Obrera Católica (JOC). El arquitecto Eduardo Azize, que junto con el padre Ángel Sallaberremborde era auxiliar en la secretaría general de la Conferencia Episcopal Argentina, narró a AICA un episodio de la vida del padre Ángel que semeja el gesto de San Martín de Tours cuando le dio su capa a un pobre aterido de frío. Un día del verano de 1965 fue a participar como todos los años de las Misiones Rurales. Al bajar del tren en la estación de San Luis, se le acercó una mujer pobremente vestida y le dice: "Padre, a mí no me dio nada. ¿No tiene algo para mí?" Entonces él, se sacó delante de ella su sotana, la dobló prolijamente y se la entregó diciéndole: "Tome, señora, es lo único que tengo. Hágase un vestido y que Dios la bendiga".+