Mons. Castagna: La santidad, testimonio para la obra evangelizadora

  • 19 de junio, 2020
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna, afirma que hay que poner el acento en la santidad, al afirmar que es "el testimonio con el que Dios cuenta en la obra evangelizadora".

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirma que hay que poner el acento en la santidad, al considerar que “constituye el testimonio con el que Dios cuenta en la obra evangelizadora” que los apóstoles y la Iglesia recibieron de su divino Fundador.

“La santidad introduce el equilibrio, tan necesario en la urdimbre de desvaríos que inficiona la vida social contemporánea. No aleja del mundo a quienes la encarnan, los convierte en verdaderos constructores de la historia”, sostuvo en su sugerencia para la homilía del próximo domingo.

“La cizaña debe convertirse en trigo, los pecadores en santos, la estupidez en sabiduría, la guerra en paz y el odio en amor. Recordemos la oración de Jesús: ‘No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad’”, concluyó.

Texto de la sugerencia
1.- La preferencia de Dios por el hombre. La fe se opone al temor y resuelve las más angustiantes situaciones. Pero, debe ser una fe viva, no una mera adhesión emotiva o intelectual. Conduce al amor confiado. Es lo que reclama Jesús a quienes se fían de su palabra. Este texto de Mateo es más que una invitación a emerger del personal pesimismo, para llegar a la convicción de que el ser humano es objeto preferente del cuidado de Dios. Para lograr tal convencimiento será preciso creer en Cristo, hasta confesarlo abiertamente ante los hombres. El Enviado del Padre es el Hijo y Palabra encarnada; escucharlo es escuchar a Dios y obedecerlo es obedecer a Dios. De lo contrario se corre el peligro de no ser reconocido -por quien es el Hijo divino- ante el Padre: “Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres” (Mateo 10,32-33). Ser de Cristo, para lograr el reconocimiento ante el Padre, es observar sus enseñanzas, sin ocultarse tímidamente, como una luz que se niega a iluminar. Lo oculto, sea verdad o mentira, será proclamado “desde lo alto de las casas”, para que nadie se atreva a negarlo o rechazarlo.

2.- No hay crimen sin castigo. La predicación de Jesús se orienta a transparentar la vida en la verdad, o la luz capaz de disipar las tinieblas del error, oculto o manifiesto. Por ello afirma que nada quedará oculto a los ojos de Dios y de los hombres: “No hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba ser conocido” (Mateo 10, 26). Existe hoy una notable pérdida del pudor intelectual y moral; por su causa se pretende relativizar el bien, y clasificar las peores aberraciones morales como de libre y legítima opción. La fórmula descriptiva, ideada por el poeta tanguero Enrique Santos Discépolo en el clásico “Cambalache”, se ha vuelto referencial. En este mismo texto evangélico, Jesús señala las graves consecuencias de la mencionada confusión: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena”. (Mateo 10, 28) La culpa no necesita una sentencia para sancionar al culpable. Debiéramos difundir que “no hay crimen sin castigo”, para que nadie se llame a engaño y piense que el delito puede mantenerse oculto y sin la debida sanción, aquí o en la eternidad. Está de moda que se intente poner los instrumentos de la justicia al servicio de la impunidad.  Pero la justicia trasciende su instrumentación, aunque consensuada en los recintos de las legislaturas humanas, para acudir a la Justicia divina, absolutamente inviolable.

3.- Reencontrar el lenguaje apropiado. Jesús se empeña en recordar a sus oyentes la importancia intransferible de la condición humana: “Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros”. (Mateo 10,30-31) La atención que Dios presta a los seres humanos sobrepasa toda especulación filosófica. Jesús emplea los términos más simples para revelar la infinita benevolencia del Creador. Nadie podría definir lo indescriptible con los logros más avanzados de la ciencia y de la tecnología. Volver al Evangelio es reencontrar el lenguaje apropiado para recibir y formular al Verbo como Verdad. El mundo de la cultura, a pesar de los valores que lo asisten, denota un cierto engolosinamiento, en muchos de sus componentes humanos, que debilita el contenido de verdad de sus diversas y mejores expresiones. Basta escuchar a algunos de sus expositores más conspicuos y representativos. Es cuando se produce la muerte del contenido, asesinado por su forma, de habilidosa contextura literaria. Volver al Evangelio es disponerse, como niños, a reconocer -en las parábolas- la densidad y transparencia de la Verdad revelada.  Para ser testigos de Cristo -la Verdad encarnada- se requiere una perfecta simetría, o correspondencia, entre la fe y la vida.

4.- La santidad. Es allí donde debe ponerse el acento. Cuando la difusión de la verdad necesita recurrir a la campaña, manifiesta que ha descuidado el testimonio como necesaria acreditación del mensaje. La santidad constituye el testimonio con el que Dios cuenta en la obra evangelizadora, que los Apóstoles y la Iglesia han recibido de su divino Fundador. La santidad introduce el equilibrio, tan necesario en la urdimbre de desvaríos que inficiona la vida social contemporánea. No aleja del mundo a quienes la encarnan, los convierte en verdaderos constructores de la historia. La cizaña debe convertirse en trigo, los pecadores en santos, la estupidez en sabiduría, la guerra en paz y el odio en amor. Recordemos la oración de Jesús: “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad”.+