Pastoral Social: Unidad, esperanza para los pobres y economía con rostro humano"

  • 11 de julio, 2020
  • Buenos Aires (AICA)
La Comisión Episcopal para la Pastoral Social cerró su Semana Social con un llamado a la unidad, a la esperanza para los pobres y hacia una economía con rostro humano, porque "nadie se salva solo".

La Comisión Episcopal para la Pastoral Social (Cepas) cerró la tradicional Semana Social, este año en modalidad virtual, con un mensaje final exhortando a la unidad y a avanzar hacia una economía con rostro humano, a tono con la consigna "Nadie se salva solo. Es tiempo de actuar ahora para el futuro".

Los obispos que integran la Cepas, que preside monseñor Jorge Lugones SJ, coincidieron en la necesidad de “una profunda conversión humanística y ecológica para construir una sociedad más igualitaria, avanzando hacia una ‘economía con rostro humano’ que ponga el centro de la atención en las personas, en la dignidad del trabajo, en el diálogo, para una economía de la producción y el consumo antes que de la especulación”.

Definieron a este tiempo de pandemia y al que vendrá después, como un “momento de prueba”, por lo que animaron a “apostar a una profunda transformación de nuestra patria, teniendo presente que Tierra, Techo y Trabajo deben ser derechos sagrados y organizadores de la economía y la sociedad”.

“Como escenario de salida pospandemia tenemos claro encontrarnos en un país con muchas dificultades, pero que necesita abrir nuevos caminos que superen el odio y los internismos, por ello es que también lo vemos como una oportunidad”, afirmaron. 

La Pastoral Social subrayó que se trata de una “oportunidad en la cual el encuentro y el diálogo aparecen como imprescindibles para arribar a un gran acuerdo social y político, acuerdo que englobe el sistema educativo, judicial, energético, la matriz productiva, poniendo eje tanto en los mercados internos como externos”.

“Que permita establecer modos de crecer la economía pero protegiendo el cuidado de la persona humana y el equilibrio ambiental, en el marco de un desarrollo sustentable como lo inspira Laudato si’. En este sentido es que también aparece la oportunidad de recuperar el federalismo, salir de los esquemas de concentración capitalinos y volver a poner en valor la diversidad productiva y las potencialidades de las distintas regiones del país”, planteó.

Ante este escenario inédito a escala global, los obispos integrantes de la Pastoral Social abogaron para que “trabajemos por la esperanza, teniendo siempre presente que si no hay esperanza para los pobres no la hay para nadie”.

“Nos confiamos a nuestra Madre que, más que nunca desde Luján hoy nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos”, concluyeron.

Texto del mensaje final
Una vez más nos reunimos en esta Semana Social, esta vez de modo virtual, en el contexto de la pandemia del COVID 19. El entorno digital permitió la participación de muchas personas de distintos lugares de nuestro país, a través de estas jornadas donde nuestro eje central fue discernir que “NADIE SE SALVA SOLO”.

Nos encontramos frente a esta pandemia, una suerte de noche, de tinieblas, todos en la misma barca, entendemos que estamos ante una tragedia, pero ésta debe ser una oportunidad de transformación por el interés de la comunidad.

Por ello pensamos que es necesaria una profunda conversión humanística y ecológica para construir una sociedad más igualitaria, avanzando hacia una “economía con rostro humano” que ponga el centro de la atención en las personas, en la dignidad del trabajo, en el diálogo, para una economía de la producción y el consumo antes que de la especulación.

Nos conmovieron los relatos sobre el comportamiento heroico que está teniendo nuestro pueblo a través de los comedores, escuelas, docentes, empresarios, dirigentes sindicales, políticos, jóvenes y el Ejército. Se trata de un momento de elección, un tiempo de prueba, donde tenemos que apostar a una profunda transformación de nuestra patria, teniendo presente que Tierra, Techo y Trabajo deben ser derechos sagrados y organizadores de la economía y la sociedad.

Escuchamos a los expertos en salud destacando que la pandemia ha impactado en todos los sectores sociales pero, especialmente, en los barrios populares, para los cuales además serán más graves las consecuencias. Que el país no estaba preparado, como otros tampoco, para afrontar una contingencia de esa magnitud, pero se pudieron optimizar los recursos destinados a salud y valorizar el rol del hospital público como elemento fundamental, sobre todo para los sectores más carenciados.

Escuchamos también la gravedad de las consecuencias de la pandemia en la educación y la ciudadanía, al verificarse un aumento en la brecha social a consecuencia de la falta de inclusión digital y conectividad, circunstancia que revaloriza el acceso a Internet como “un derecho humano”.

Como escenario de salida pospandemia tenemos claro encontrarnos en un país con muchas dificultades, pero que necesita abrir nuevos caminos que superen el odio y los internismos, por ello es que también lo vemos como una oportunidad. Oportunidad en la cual el encuentro y el diálogo aparecen como imprescindibles para arribar a un gran acuerdo social y político, acuerdo que englobe el sistema educativo, judicial, energético, la matriz productiva, poniendo eje tanto en los mercados internos como externos. Que permita establecer modos de crecer la economía pero protegiendo el cuidado de la persona humana y el equilibrio ambiental, en el marco de un desarrollo sustentable como lo inspira Laudato Si. En este sentido es que también aparece la oportunidad de recuperar el federalismo, salir de los esquemas de concentración capitalinos y volver a poner en valor la diversidad productiva y las potencialidades de las distintas regiones del país.

Ante este escenario inédito a escala global, como pastores a los que se nos confió esta tarea de iluminar la labor de la pastoral social del episcopado, abogamos para que trabajemos por la esperanza, teniendo siempre presente que si no hay esperanza para los pobres no la hay para nadie.

Nos confiamos a nuestra Madre que, más que nunca desde Luján hoy nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina!

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

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