A sus 90 años, el Pbro. Temón fue declarado ciudadano ilustre de Concordia

  • 14 de agosto, 2020
  • Concordia (Entre Ríos) (AICA)
El presbítero José Temón, que el 16 de agosto cumple 90 años, fue declarado ciudadano ilustre de Concordia, en un gesto de gratitud y reconocimiento por su testimonio de vida en la diócesis.

El presbítero José Temón, que el 16 de agosto cumple 90 años, fue declarado ciudadano ilustre de Concordia el jueves 13 de agosto. La distinción se suma al reconocimiento y gratitud de la comunidad diocesana por su coherencia y testimonio de vida en cada lugar que pastoreó.

La humildad es su gran virtud; la unidad, un carisma que descubrió y que lleva a la práctica en cada proyecto que inicia; y la opción preferencial por los más pobres el sello distintivo de su ministerio sacerdotal. 

José Roque Temón nació en la ciudad de Paraná el 16 de agosto de 1930. Es el cuarto hijo y último miembro de una familia de inmigrantes profundamente cristiana, que supo enfrentar las adversidades. De Italia directo a la Argentina, vivieron primero en Buenos Aires pero se establecieron finalmente en la ciudad de Paraná, Entre Ríos.

A los 5 años se fue a vivir junto a su familia en la catedral de Paraná, porque su padre había sido nombrado sacristán, y muy pronto se convirtió en un pequeño monaguillo. A los 12 años ingresó al seminario, respondiendo a la invitación que le hizo el entonces rector de la casa de formación, que iba frecuentemente a la catedral. Allí inició el camino de discernimiento vocacional que llegó a su plenitud y entrega definitiva el 5 de diciembre de 1954, cuando fue ordenado sacerdote, a sus 24 años.

Su primer destino pastoral fue Urdinarrain, en el departamento de Gualeguaychú; dos años más tarde fue trasladado a la ciudad de Federación y luego estuvo por un tiempo en Villaguay. Para el momento en que fue creada la diócesis de Concordia (1961) el padre José estaba en la parroquia Santos Justo y Pastor, de Colón, y el primer obispo diocesano, monseñor Ricardo Rösch, lo nombró vicario parroquial en la catedral. 

Dios lo predestinó para realizar una gran misión evangelizadora en todas las comunidades parroquiales de la ciudad de Concordia en donde estuvo como pastor. Las obras espirituales y materiales que llevó adelante persisten en el tiempo y corazón de los fieles. 

Realizó un trabajo de asistencia y contención memorable en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, acompañando a las familias más abnegadas de la zona sur, golpeada tantas veces por las inundaciones. La creación de la guardería infantil y la escuela primaria, se suman a la compañía espiritual y el trabajo codo a codo con los obreros. Junto a su gran compañero, el padre Andrés Servin, se hicieron uno con la comunidad para buscar juntos iniciativas y soluciones a las necesidades más urgentes de la comunidad. 

Fue nombrado administrador parroquial de la comunidad Nuestra Señora de Itatí y allí acompañó y continuó la obra del padre Pedro Duarte que ya estaba muy enfermo. Fallecido el padre Duarte fue nombrado párroco y continuó con su trabajo de pastoreo privilegiando los sectores  más vulnerables. Trabajó junto a las familias del barrio Pancho Ramírez y el incipiente Barrio Constitución.

Su espíritu inquieto lo impulsó a realizar gestiones en la municipalidad y consiguió la donación de una manzana donde se construyó la capilla San Francisco, que más fue erigida en parroquia. Allí trabajó propiciando varios talleres de oficio, siguiendo el ideal de las primeras comunidades cristianas: cuidar a los pobres, velar por sus necesidades, trabajar incansablemente por incluirlos en los proyectos de la comunidad.

En 2001 fue destinado a la parroquia Nuestra Señora de Pompeya, comunidad donde permanece en la actualidad. Primero junto al padre Daniel Zimmermann, y ahora con el padre José Zabaletta. En la plenitud de su vida, lejos de dedicarse al descanso sigue acompañando a las familias en su camino de fe. Tal es el caso de la comunidad San Judas Tadeo y Nuestra Señora de Guadalupe. 

El próximo domingo 16 de agosto el padre Pepe cumple 90 años y, junto a él, la comunidad celebra el don preciado de la vida y su testimonio de amor fecundo allí por donde su persona estuvo.+