Mons. Fernández llamó a los jujeños a mantener en alto la luz de la fe

  • 7 de octubre, 2020
  • Río Blanco (Jujuy)
El obispo de Jujuy, monseñor César Daniel Fernández, presidió el 7 de octubre la misa en honor de Nuestra Señora del Rosario de Río Blanco y Paypaya.

Con una misa presidida por el obispo de Jujuy, monseñor César Daniel Fernández, la comunidad diocesana celebró la fiesta en honor de Nuestra Señora del Rosario de Río Blanco y Paypaya.

En su homilía, el obispo expresó: “La Iglesia celebra y actualiza la historia de la salvación en cada Eucaristía. Vemos a Dios que obró en la historia desde la creación del mundo.En el momento culmen de esa historia nos envía al Salvador.En el centro de esta historia está la historia de un Dios Salvador”.

“Una mujer, Eva por su desobediencia, causa el pecado y el desorden. Otra mujer, una pequeña y humilde mujer, María, con su sí generoso y comprometido, nos trae la salvación, abre su ser para que en ella se encarne Jesucristo”, recordó.

“Desde aquel entonces, cada instante de nuestra vida está en relación con este Dios salvador. Dios acompaña así nuestros pasos. Esta humilde mujer, desde que dijo ‘sí’, sigue acompañando nuestros pasos”, afirmó. 

En ese sentido, sostuvo: “Acompaña a nuestra Iglesia de Jujuy, a la vida de cada uno de ustedes. María, con su rostro materno y amoroso, nos muestra algo de la ternura y belleza de Dios”.

Aunque reconoció que hoy “extrañamos las multitudes”, el obispo señaló: “Hay una multitud constituida por cada uno de ustedes participando de esta celebración”.

El año pasado, recordó monseñor Fernández, “comenzamos el año jubilar, pretendiendo culminar el 31 de octubre”. En aquel día, continuó, “sin pensarlo demasiado, les proponía que pusiéramos en cada hogar un altar y en cada corazón un trono”.

“La presencia de María acompaña a nuestro pueblo jujeño por lo menos desde hace 370 años”, destacó. “Su imagen detuvo en esta planicie a los que atacaban a nuestro pueblo”. Por eso, “hoy sentimos que tenemos que vivir estos días hermosos, marcados por su presencia”, señaló.

“María nos escuchó y fuimos llevando esta consigna a los hogares. En cada casa se ha ido armando un altar y hemos hecho de cada casa una iglesia doméstica. Yo los invitaba a que en cada casa se preparara un altar y se prendiera un cirio. La luz de la vela simboliza la fe. Nosotros queremos alumbrar la imagen de la Virgen”, afirmó. “Ustedes háganlo en su casa, esa luz que ilumina nuestro camino, esa luz nos permitirá ver a Dios cerca”, aseguró.

“Esa fe que durante 370 años acompañó a padres, abuelos, bisabuelos de cada uno de ustedes, todos han caminado hasta este santuario, estos caminos que acercan a Río blanco, están llenos de las pisadas de sus seres queridos, de los que se gastaron los pies y las rodillas, para acercarse a la Virgen y hablar de corazón a corazón con su Madre”, destacó y llamó a mantener en alto “esa luz, que es la luz de la fe, que nos tiene que sostener”.

“Tenemos que agarrar esa fe como antorcha, esa fe con la que nuestros antepasados pasaron tiempos peores quizá que los nuestros”, animó, porque “lo que los sostuvo es esa fe que nosotros compartimos”.

“Recordemos cómo venía mamá, cómo venía la abuela, cómo nos traía al santuario: Eso es lo que tenemos que hacer. Que no se corte ese traspaso de la antorcha de la fe, desde hace 370 años”, exhortó.

“Yo les pedía que adornáramos el altar, con los que ustedes tengan, con una florcita”, recordó el prelado y preguntó: “¿Qué flores quiere la Virgen? Estas que nos da la naturaleza, pero sobre todo que las flores sean nuestras buenas obras, todo el empeño que ponemos por vivir cristianamente, por hacer el bien a los demás”.

“La pandemia nos ha puesto un enorme tiempo de solidaridad. Con un país con más de 50% de pobres, con una provincia, en donde uno de cada dos son pobres, se abre un enorme tiempo de solidaridad. El Papa Francisco nos acaba de invitar a eso, con su nueva encíclica, ‘Todos Hermanos’. Tenemos que edificar el mundo desde una base más sólida: la justicia, la solidaridad, tienen que ser la nueva herramienta para construir”, afirmó. 

“Una tercera parte de la humanidad puede comer y otros dos tercios, no tienen qué comer. Unos derrochan y otros no tienen para comer y buscan en la basura. Este es el desafío que tenemos. Adornemos a la Virgen con las flores de nuestras buenas obras, con el pan que compartimos, con la pena que aliviamos”, instó.

Finalmente, el obispo propuso que en un momento de silencio, cada uno ponga en el corazón de la Virgen sus intenciones. “Nosotros vamos a acercar a la Virgen el cuaderno de las intenciones. Colocamos en el corazón de la Madre aquello por lo que queremos pedir. Lo dejamos todo en tu corazón, Madre, porque allí está a buen cuidado”, concluyó.+