Mons. Croxatto: "La misión tiene una Iglesia"

  • 14 de octubre, 2020
  • Neuquén (AICA)
En el marco del Mes de las Misiones, el obispo de Neuquén, monseñor Fernando Martín Croxatto, brindó una entrevista a la periodista Lucrecia Casemajor.

El obispo de Neuquén y presidente de la Comisión Episcopal de Misiones, monseñor Fernando Martín Croxatto, brindó una entrevista sobre el Mes de las Misiones.

En sus declaraciones a la periodista Lucrecia Casemajor, el prelado se refirió a la misión de la Iglesia y sus orígenes, explicó las diferencias entre misión y evangelización, recordó que la salvación "sólo está en Cristo", advirtió sobre la importancia de una conciencia de "misioneros ad gentes", y afirmó que la base de la dignidad humana es el amor.

“Cada uno tiene una misión, la Iglesia tiene una misión. Pero cuando uno va al fondo de la palabra, de las expresiones, tenemos que hacer esta corrección: La Iglesia no tiene una misión propiamente, sino que la misión tiene una Iglesia”, comenzó diciendo el obispo. “Esto nos remonta a la fuente, el origen, el nacimiento, y es la misma Trinidad. Siempre que hablamos de la fuente de la misión, hablamos de la Trinidad. La Biblia nos manifiesta un poco el origen de la misión. Entonces hablamos de la misión del Padre, del Hijo y del Espíritu”, señaló.

“La primera misión es la misma creación, porque el Padre entrega su amor a la creación entera. Su primera misión es compartir. Dios, en su amor infinito y eterno, no puede no extenderse para que otros gocen de ese amor. Y el amor también es libertad”.

“El hombre se aparta de Dios, pero Dios sigue insistiendo, en su misión de confiar su amor al hombre, y de enviar al Hijo. El Hijo es el que asume la misión del Padre, en concreto, haciéndose hombre. Esa misión del redentor que como hombre encarnado, no podía ser eterno, decide, al cumplir la misión del redentor, que era asumir la vida de los hombres, cargar toda la culpa del pecado, derramar su sangre por la salvación, y deja la continuación que es su mismo Espíritu: es el misterio de la Trinidad confiado al hombre. La misión del Espíritu, esta continuación de la obra de Cristo, es la santificación”, explicó.

En otro momento de la charla, el prelado destacó que “la Iglesia nace con Cristo, nace en la cruz. ¿Para qué nace? Para continuar la misión de Cristo, a través de su espíritu. Desde ahí decimos que la Iglesia tiene una misión, pero más correctamente, que la misión, esta misión trinitaria, toma a la Iglesia, asume a la Iglesia, por eso tiene una Iglesia”, aclaró.

Consultado sobre el momento de “anuncio y misión” que atraviesa la Iglesia diocesana, detalló: “Cuando hablamos concretamente de misión, nos metemos en esta fuente de la Trinidad, que es el deseo del Padre de salvar al hombre, de mostrar el camino. Toda la creación es obra de Su amor”.

“La misión es devolverle a Dios la respuesta en amor a Su amor infinito y eterno. Esa misión, esa tarea tiene que tocar todos los ámbitos de nuestra realidad histórica, concreta, personal, familiar, social, comunitaria, política, económica. Todo tiene que ser puesto a los pies de Cristo, esa es la gran misión que tenemos que cumplir, para que Él lo entregue al Padre. Esa es la misión que tenemos como Iglesia”, aseguró.

“Cuando hablamos de anuncio, el anuncio es proclamación, es mensaje. La misión implica una tarea, una obra de transformación y conversión permanente, en cambio el anuncio es una palabra que se tiene que escuchar para despertarse a hacerse cargo de la misión”, observó.

Ante la pregunta: “¿Podríamos decir que la misión de la Iglesia empieza allí donde la aceptación de la gracia por parte del hombre es lo que lo hace misionar?”, el obispo afirmó que “la misión va a comenzar cuando hago mi conversión, cuando comprendo el misterio de Cristo. La salvación del hombre está en Cristo. Esa palabra, esa expresión, es tan profunda, que no habría espacio en la vida después de Cristo. Si la salvación está ahí, todo lo que es mi vida, todo lo que hace que yo viva, hace a Cristo”.

“A veces no tomamos conciencia de lo que significa que la salvación está en Cristo, que sólo Él es el salvador. El mundo que autónomamente intenta buscar la salvación del hombre, sin conocer a Cristo, no llega a cumplir realmente su salvación, por eso no alcanzamos nunca la plenitud de vida”, consideró.

En ese sentido, recordó que Cristo dijo: “Vayan y hagan que todos sean mis discípulos”. No hacerlo, advirtió, “es como negar el mandato de Cristo. El diálogo interreligioso está perfecto, tenemos que construir la unidad, pero yo no puedo dejar de hacer el anuncio fuerte de esta revelación. Un hombre, que no fue solamente hombre, sino Dios. Y no hay otro hombre en la historia de la humanidad, por más sabiduría, grandeza humana, que tengan muchos hombres en la historia, que alcance el lugar de Cristo”.

Por lo tanto, “mi deseo, como Iglesia, es que vos puedas abrirte a ese anuncio de Cristo, y desear que todos se conviertan a Cristo”, sostuvo.

“Cuando uno dice estas cosas parece que se pusiera en un nivel superior a los otros: no es ningún nivel superior, es simplemente acoger la verdad de Cristo como única verdad de salvación que nos la ha revelado en la Iglesia, y la Iglesia católica tiene esa revelación guardada desde siempre”, aclaró.

“Siendo parte de la Iglesia católica, me siento servidor de esa verdad, deudor para los otros de comunicarla, porque no quiero privar a los demás de la obra de Su gracia. No soy yo el que te salvó, es la obra de la gracia la que te va a salvar. Es provocar al otro en la búsqueda de su propia verdad”, explicó.

En cuanto a las diferencias entre misión y evangelización, expresó: “La misión es este deseo, este amor de Dios que quiere tocar al otro para divinizar al hombre, esa es la misión. Cuando hablamos de misión hacemos referencia a esa mirada. Pero cuando hablamos de evangelización, habla de Evangelio, de buena noticia, de anuncio, de tarea para llevar adelante esa misión. Cuando hablo de evangelización hablo de esa tarea con la cual llevamos adelante la misión que se le ha confiado a la Iglesia”.

“La misión que se le confía a la Iglesia es hacer llegar la Buena Nueva, ese anuncio de Cristo, la salvación de Cristo a todos los hombres, especialmente a los que nunca han escuchado hablar de Cristo. Esa es la misión, que se lleva a cabo a través de un camino de evangelización”, indicó.

“No nos tenemos que confundir, porque más que una cuestión de salida territorial y geográfica, la misión ad gentes es una conciencia, una actitud espiritual del cristiano, que está permanentemente en alerta, es buscar que otros que no conocen o no viven a Cristo”, aseguró. 

“Todos nos tenemos que sentir con esta conciencia de ser misioneros ad gentes, después puede que el Señor me haya confiado otra misión particular, como ser catequista por ejemplo. Pero siempre es necesario ser misioneros ad gentes, mantener una Iglesia viva que cumpla una misión. Si un catequista no tiene esta conciencia, se va a encerrar en su grupo y no va a mirar más allá”, alertó.

En cuanto a las nuevas herramientas de comunicación, como las redes sociales, monseñor Croxatto destacó: “En las redes hay algo de fondo: cuando yo he sido subyugado por el misterio de Cristo, cuando he comprendido su misterio, no puedo dejar de anunciarlo. Entonces el otro, el que está del otro lado, aunque sea a través de la red, lo que más está necesitando es encontrarse con este amor de Cristo. Con cualquier medio: presencial, virtual, sea donde sea que esté, no puedo perder la conciencia de que el otro no me necesita a mí nunca, siempre necesita a Cristo. El que tiene esto metido en su corazón, no lo puede callar”, sostuvo.

La dignidad humana, afirmó el prelado, “consiste en compartir la imagen y semejanza de Dios”. Por eso, “cuando no me asumo creatura y me asumo dueño de mí mismo, no me estoy dignificando, porque me estoy cerrando a una verdad elemental, que es mi propio límite. Cuando yo no reconozco que soy una porción de una humanidad, sin el poder de hacerme ni de mantenerme, niego abrirme a esta verdad, entonces estoy negando mi propia dignidad, porque la dignidad siempre se basa en la verdad”.

“Soy digno cuando puedo ir tocando y descubriendo en mi vida esa imagen que está inserta en mí, la imagen de Dios. La dignidad humana se basa en el amor y para el amor. La fecundidad de mi dignidad humana está en que el otro viva. Desde esta conciencia de dignidad brota cualquier amistad social, cualquier fraternidad. Por eso la base de la dignidad es el amor”, aseguró.

Finalmente, el obispo repasó la agenda de este Mes Misionero, invitando a que abran la página de Obras Misionales Pontificias para poder ver el cronograma de todo el mes, en el que aparecen muchísimas propuestas. “Se ha trabajado muy en conjunto con el equipo de obras misionales. Hay desafíos por las redes, catequesis, momentos de oración, testimonios, cooperación material, y un momento de formación virtual”, anticipó.+