Mons. García Cuerva: 'Discípulos misioneros que lleven el don del Resucitado'

  • 26 de agosto, 2025
  • Buenos Aires (AICA)
El arzobispo de Buenos Aires animó a desprenderse de aquello que impide entrar por la "puerta estrecha" que es Cristo y reconocer que el mensaje de Dios es para todos los pueblos y culturas.

El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, invitó a los fieles a reflexionar sobre dos actitudes fundamentales para vivir el Evangelio: desprenderse de aquello que impide entrar por la "puerta estrecha" que es Cristo y reconocer que el mensaje de Dios es para todos los pueblos y culturas.

Al comentar las palabras de Jesús -"Traten de entrar por la puerta estrecha"-, el arzobispo porteño propuso imaginar qué "mochilas" cargamos en el corazón y que nos impiden pasar: "¿De qué tengo que liberarme? Tal vez de orgullos, rencores, prejuicios, seguridades, medallas o diplomas que me doy a mí mismo", señaló.

"A veces el peso mayor no está en la mochila de la espalda, sino en el corazón y en la mente. Para entrar por la puerta que es Jesús, hace falta despojarse y reconocer que la única llave es su amor y su gracia", agregó.

El corazón de Dios es muy grande
En un segundo momento, el prelado puso el acento en la universalidad del Evangelio, recordando la expresión de Jesús: "Vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios".

En esta línea, subrayó: "Así como la puerta es estrecha, el corazón de Dios es muy grande. El problema no es el corazón de Dios, sino que el nuestro a veces es angosto y selectivo".

Con palabras del papa Francisco ?"una Iglesia con lugar para todos"? y citando también al papa León XIV, monseñor García Cuerva exhortó a recuperar el impulso misionero: "Necesitamos discípulos misioneros que lleven al mundo el don del Resucitado, hasta los confines de la tierra, hasta los confines existenciales donde no hay esperanza".

Finalmente, llamó a vivir la fe con humildad, no como un privilegio o un mérito propio: "No nos salvamos por contactos ni por chapear delante del Señor. La puerta es estrecha y para atravesarla necesitamos un corazón de niños, humilde y desprendido", concluyó.+