Buenos Aires: Misa Jubilar en el marco de la 51ª Peregrinación a pie a Luján

  • 7 de octubre, 2025
  • Luján (Buenos Aires) (AICA)
Monseñor García Cuerva presidió la Eucaristía frente a la basílica mariana y alentó a la comunidad arquidiocesana a vivir la fe con manos solidarias y pies peregrinos.

En el marco del Año Jubilar que celebra la Iglesia, la arquidiócesis de Buenos Aires culminó su tradicional peregrinación a Luján con la misa jubilar presidida por el arzobispo, monseñor Jorge García Cuerva, en la plaza frente a la basílica nacional.

La celebración tuvo lugar alrededor de las 23:30 del sábado 4 de octubre, tras los 60 kilómetros recorridos por miles de fieles desde el santuario de San Cayetano, en Liniers, hasta la casa de la Virgen de Luján.

Ante una plaza colmada de peregrinos, monseñor García Cuerva destacó que la peregrinación "es una fiesta en la que todos somos parte" e invitó a tener presentes a todas las comunidades y personas que hicieron posible la jornada.

"Todos somos peregrinos, todos nos pusimos en marcha", subrayó.

Corazón, manos y pies
En su homilía, el arzobispo centró su mensaje en tres partes del cuerpo -el corazón, las manos y los pies- como símbolos de la fe y el compromiso cristiano.

"Cada uno de los que estamos aquí tenemos el corazón lleno de emociones y de alegría por estar en la casa de la Madre", expresó.

Luego, se refirió a las manos como signo de fraternidad y servicio: "Esas manos están llenas de emociones y de historias del día de hoy. Son manos solidarias y generosas que hoy se llenaron de vida".

Finalmente, reflexionó sobre los pies de los caminantes: "Cómo olvidar en una peregrinación los pies. Si te duelen los pies es porque también, un poco, nos duele la vida de los que la están pasando mal. Nos duelen las ampollas de la vida".

Gestos concretos de amor y esperanza
Al concluir, monseñor García Cuerva animó a los fieles a transformar la experiencia de fe en gestos concretos de amor y esperanza: "Cuando ponemos nuestros dolores al pie de la Virgen, ese dolor vale la pena. Que nuestras manos se acostumbren a ser encuentro y fraternidad. Que nuestros pies sean inquietos, callejeros de la fe. Agradezcamos a Dios porque nuestro corazón está explotado de emociones; está lleno de alegría, esperanza e intenciones".

La celebración en Luján fue vivida como un momento de profunda comunión y gratitud, en el que los peregrinos ofrecieron su cansancio y su oración a la Virgen, signo de unidad del pueblo de Dios en camino.

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