Mons. Castagna: 'Hacia una Navidad restaurada'
- 28 de noviembre, 2025
- Corrientes (AICA)
"Es conveniente que el Adviento mantenga sus elementos constitutivos, para que la Navidad recobre su identidad: lectura de la Palabra, oración, penitencia y Eucaristía", propuso el arzobispo.
Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, destacó que "el Adviento es preparación de la Navidad, destinada a lograr que la sociedad sea una auténtica fraternidad".
"Dios, que es Padre, hace, mediante la Encarnación de su Hijo, hijos suyos y hermanos de Cristo, a cada uno de los hombres, disgregados hoy por el pecado", recordó.
"Es conveniente que el Adviento mantenga sus elementos constitutivos para que sea una auténtica preparación, para que la Navidad recobre su identidad: lectura de la Palabra, oración, penitencia y Eucaristía", concluyó.
Texto de la sugerencia
1. Adviento y preparación. Al iniciar el nuevo año litúrgico, al amparo de la Palabra de Dios, debemos predisponer nuestra mente y corazón para recibirla con docilidad. El Adviento nos prepara para celebrar la primera gran solemnidad del año litúrgico: la Navidad. La Palabra y la Eucaristía juegan un rol irremplazable. Escuchamos y celebramos, intentamos renovar nuestra conversión y entramos de lleno en el Misterio de Jesús Sacramentado. Ciertamente es éste el momento de particular densidad sobrenatural. Jesús no oculta la inminencia y gravedad que, con Él, y precedidos por la extensa historia de preparación a su llegada; exhibirá signos, algunos tan espectaculares como el Diluvio. Sin pecar de profetas apocalípticos podemos releer las advertencias del Señor y destacar en ellas coincidencias innegables con lo que nos está ocurriendo. Su propósito, de mantener su presencia entre nosotros, asegura la orientación entre las vicisitudes causadas por el mundo. Las circunstancias son siempre nuevas, pero el hecho redentor es el mismo. Depende de nuestra asimilación de la Palabra, continuamente actualizada por la Iglesia, que logremos participar del Misterio Divino. Adviento es preparación con deseos de conversión. Serán cuatro semanas de un particular entrenamiento en la fe, desafiada por contrariedades de diversa índole. Es preciso estar vigilantes en la escucha y en la oración incesante. El ciclo fuerte que iniciamos, reclama silencio y atención: "Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá el Señor" (Mateo 24, 42). Es una venida que no atemoriza sino que predispone el ánimo para la fidelidad. El Hijo del hombre -el Verbo encarnado- lleva a cabo ese encuentro sorpresivo. Es necesario prepararse para evitar una dolorosa colisión: "En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos" (Mateo 24, 38-39). La verdad, que Jesús expone a sus discípulos, está cargada de un realismo estremecedor. El mundo es sorprendido en su vida ordinaria, hasta en sus trivialidades.
2. Llegada sorpresiva del Hijo de Dios encarnado. Jesús anuncia su llegada sorpresiva en las circunstancias más inesperadas de la vida del mundo. Queda así de manifiesto la urgencia de la preparación o Adviento: "Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada". (Mateo 24, 44) El clima que nos envuelve no favorece dicha preparación. La Navidad, y los domingos de Cuaresma, previos a su celebración, constituyen la oportunidad para enriquecer esa preparación. Se vive de tal manera -lo que llamamos "inmediatismo"- que se descarta a priori todo tipo de preparación del espíritu navideño. No obstante,- todo sendero a la verdad incluye un tiempo de preparación. Si esa preparación espiritual no se da, el Misterio a celebrar se vuelve inaccesible. La Navidad es una Fiesta universalmente celebrada. La ausencia de preparación -de Adviento- convierte la misma celebración en una caricatura de lo que debiera ser. Los pobres pastores, que responden al llamado de los Ángeles, en la noche de Navidad, constituyen un verdadero prototipo de todo celebrante del Misterio navideño. Ellos enseñan que la predisposición para celebrar dignamente la Navidad es la pobreza de espíritu y la sabia ingenuidad de aquellos cuidadores de ovejas y corderos. No siempre ocurre así en pueblos auto calificados "cristianos", como el nuestro. Se ha producido una misteriosa deformación en las maneras de celebrar la Navidad. Se ha descolocado al Niño Dios, sustituyéndolo por simpáticos Papás Noel, trepados en pintorescos trineos. Muchas luces y románticos villancicos, que distraen de lo que contemplaban aquellos pastores de Belén y veneraban los Reyes Magos. Es preciso volver a ponernos junto a María y a José y comprender, como ellos, que el Bebé recién nacido es el Hijo de Dios encarnado. La Navidad, para la que nos preparamos, no es una mesa bien servida, ni coloridas y caras ornamentaciones. Es lo que nos muestran los primeros adoradores del Dios hecho hombre y niño. La primera de ellos es la Virgen María. Únicamente el silencio y la contemplación podrán introducir a la auténtica celebración navideña. Es fácil lograrlo si, quien está dispuesto para la contemplación, se dispone a renunciar honestamente a la frivolidad que cierra el acceso al Misterio revelado. Estamos sumergidos en el error que el mundo considera verdad. Por desconocimiento del Misterio, revelado en la noche en que se ha producido el encuentro prodigioso entre el Cielo y la tierra, se intentará la creación de términos semejantes.
3. Adviento: Tiempo privilegiado de preparación. Aun reconociendo la validez de tantos esfuerzos por lograr una formulación más exacta de la verdad y del bien, Dios se hace cargo enviándonos, en su Hijo encarnado: toda la verdad que necesitamos para vivir en ella y orientar nuestras vidas hacia ella. Cristo es la Verdad y la Vida, y al mismo tiempo, es el Camino, dispuesto a orientarnos con seguridad. El Adviento, que hoy iniciamos, se presenta como "tiempo" privilegiado de preparación, para que la llegada del Salvador nos encuentre dispuestos a recibirlo. Urge tomar en serio la vida de fe, y las prácticas que la Iglesia ofrece para que la gracia del Espíritu facilite el paso del pecado a la santidad. Por ello, es tiempo de aceptación de la Palabra, de intensificación de la oración, y de la celebración de los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía. Cuando el mundo rechaza prepararse para el encuentro, con la Palabra hecha Hombre, se produce un desamparo doloroso. Es una verdadera orfandad ya que no es aceptado Quien es la revelación de Dios Padre. El celo de Jesús, para que el mundo reconozca el amor del Padre a todos los hombres, constituye su misión. Para eso ha venido, y para lograrlo paga un precio muy alto, el de su Muerte en Cruz. El domingo pasado hemos recordado su llegada al cumplimiento de esa incomprendida misión. El Adviento inicia una escala ascendente de preparación y aceptación de Jesucristo. El empeño de la Iglesia, y de cada cristiano, es un consentimiento generoso al Don del amor de Dios: "Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único" (Juan 3, 16). Ningún corazón, por más endurecido que se encuentre, por causa del pecado, podrá pasar indiferente ante esta expresión del amor divino. La misión, delegada por Jesús a sus Apóstoles, consiste en despertar esta experiencia en la conciencia popular. El testimonio de los santos lo hace posible. A imitación de Cristo, los santos despiertan el hambre de Dios Padre. El mayor pecado, el que destroza la vida, es el olvido de estar necesitado de Dios. Jesús, el Hijo divino del Padre, viene a despertar nuestra necesidad de la ternura de Dios, "el Padre de nuestra vida" (San Pablo VI). Los testigos de la paternidad de Dios abrigan la misión de ser, a su vez, indicadores de un amor auténticamente filial, fundando en él la capacidad de ser hermanos de todos los hombres.
4. Hacia una Navidad restaurada. El Adviento es preparación de la Navidad, destinada a lograr que la sociedad sea una auténtica fraternidad. Dios, que es Padre, hace, mediante la Encarnación de su Hijo, hijos suyos y hermanos de Cristo, a cada uno de los hombres, disgregados hoy por el pecado. Es conveniente que el Adviento mantenga sus elementos constitutivos para que sea una auténtica preparación, para que la Navidad recobre su identidad: lectura de la Palabra, oración, penitencia y Eucaristía.+