El anuncio inesperado que resonó en la sala del Consistorio

  • 12 de febrero, 2013
  • Ciudad del Vaticano
"Desconcierto, sorpresa, estupor, conmoción", así describe L?Osservatore Romano fueron los sentimientos que se dibujaron en los rostros de los cardenales y prelados -reunidos en Consistorio ordinario público el lunes 11 de febrero por la mañana, en la sala del Consistorio del Palacio Apostólico-, al escuchar de labios del Santo Padre Benedicto XVI su decisión de "renunciar al ministerio de obispo de Roma". Hablando con voz firme y serena, mientras los presentes le escuchaban en un silencio casi irreal, el Pontífice explicó las razones de su elección, realizada "con plena libertad" y "después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia".
"Desconcierto, sorpresa, estupor, conmoción", así describe L?Osservatore Romano fueron los sentimientos que se dibujaron en los rostros de los cardenales y prelados -reunidos en Consistorio ordinario público el lunes 11 de febrero por la mañana, en la sala del Consistorio del Palacio Apostólico-, al escuchar de labios del Santo Padre Benedicto XVI su decisión de "renunciar al ministerio de obispo de Roma". Las miradas de todos se cruzaron, continúa el diario vaticano, un leve rumor se alzó en la sala y la estupefacción se transformó en disgusto. Pero después de los primeros momentos de desconcierto se abrió paso en los presentes -entre ellos también los ceremonieros pontificios, los representantes de las postulaciones, los cantores de la Capilla Sixtina, los sediarios pontificios y los asistentes técnicos- el reconocimiento unánime de que el gesto realizado por el Pontífice es un altísimo acto de humildad. Una decisión que llegó por sorpresa a todos. Y que el Pontífice -acompañado por los arzobispos Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia, y Guido Pozzo, limosnero, por los monseñores Leonardo Sapienza, regente de la Prefectura de la Casa Pontificia, y Alfred Xuereb, de la Secretaría particular- quiso comunicar personalmente cuando, terminada la celebración de la Hora media y después del anuncio relativo a que el 12 de mayo tendrán lugar las tres canonizaciones previstas en el orden del día del Consistorio, leyó el texto en latín de la "Declaratio" escrita de su propio puño y letra. Hablando con voz firme y serena, mientras los presentes le escuchaban en un silencio casi irreal, explicó las razones de su elección, realizada "con plena libertad" y "después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia". De un momento de oración y de alegría, la atmósfera se transformó en tristeza. De ello se hizo portavoz el cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio cardenalicio, quien inmediatemente tomó la palabra en nombre de todos los purpurados. "Santidad, amado y venerado sucesor de Pedro, como un relámpago en el cielo sereno -dijo- resonó en este aula su conmovido mensaje. Le escuchamos con sentimiento de estupor, casi del todo incrédulos. En sus palabras hemos percibido el gran afecto que usted siempre ha tenido por la santa Iglesia de Dios, por esta Iglesia que usted tanto ha amado". "Ciertamente, las estrellas del cielo seguirán siempre brillando y así brillará siempre entre nosotros la estrella de su pontificado. Estamos cerca de usted, Padre Santo; bendíganos", concluyó conmovido el cardenal Sodano (ver nota de AICA del lunes 11 de febrero).+