Viernes 29 de marzo de 2024

Ángelus: Jesús es la luz que aclara nuestras tinieblas

  • 22 de marzo, 2020
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Ángelus dominical del cuarto domingo de Cuaresma desde la Biblioteca del Palacio Apostólico
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“Cada uno de nosotros está llamado a recibir la luz divina para manifestarla con toda la propia vida”: fueron las palabras del Papa a la hora del Ángelus dominical de este cuarto domingo de Cuaresma. Reflexionando una vez más, desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, Francisco comentó el texto del Evangelio de San Juan de este domingo que narra la curación de un ciego de nacimiento a quien Jesús devuelve la vista.



Francisco afirmó que Jesús, “luz del mundo”, es la luz que aclara nuestras tinieblas. Y esto hizo con el ciego, a quien iluminó “en dos niveles, físico y espiritual”, con el propósito de conducirlo a la fe a través de un camino de transformación interior:



En medio de la desconfianza y la hostilidad de los que lo rodean y lo interrogan incrédulos, él realiza un itinerario que lo lleva a descubrir gradualmente la identidad de Aquel que le abrió los ojos y a confesar su fe en Él.



Este camino interior, que el ciego recorre de la mano de Jesús, lo lleva a comprender que “al darle la vista, Jesús manifestó las obras de Dios”.



El Santo Padre explicó que el ciego con la luz de la fe es ahora una criatura nueva, con una nueva identidad, y es capaz de ver el mundo con una nueva luz, fruto de la comunión con Cristo. Y ya no es más “esclavo de la ceguera y del prejuicio”.



Su camino de iluminación es una metáfora del camino de liberación del pecado al que estamos llamados. El pecado es como un velo oscuro que cubre nuestro rostro y nos impide vernos claramente a nosotros mismos y al mundo; el perdón del Señor nos quita este manto de sombra y de tinieblas y nos da nueva luz.



El Papa también expresó su deseo de que esta Cuaresma sea un “tiempo oportuno y precioso para acercarnos al Señor, pidiendo su misericordia, en las diferentes formas que la Madre Iglesia nos propone”.



“El ciego sanado que ahora ve con los ojos del cuerpo y del alma, es imagen de todo bautizado que, inmerso en la Gracia, ha sido arrancado de las tinieblas y puesto en la luz de la fe”, afirmó el pontífice, precisando que no basta con recibir la luz, sino que hay que “convertirse en luz”.



Cada uno de nosotros está llamado a recibir la luz divina para manifestarla con su propia vida. La semilla de la nueva vida puesta en nosotros en el Bautismo es como la chispa de un fuego que nos purifica primero a nosotros, quemando el mal que tenemos en el corazón, y nos permite brillar e iluminar.



Francisco concluyó invocando a María Santísima para que “nos ayude a imitar al hombre ciego del Evangelio, a fin de que podamos ser inundados por la luz de Cristo y encaminarnos con Él en el camino de la salvación”. +