Jueves 28 de marzo de 2024

Arzobispo ortodoxo advierte sobre el "exterminio silencioso y progresivo" de cristianos

  • 23 de abril, 2015
  • Buenos Aires (AICA)
El arzobispo metropolitano de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía, monseñor Siluan Muci, dio a conocer una declaración con motivo de las conmemoraciones de todos los genocidios perpetrados por el Imperio Otomano, en el que advierte "por el exterminio silencioso y progresivo de la presencia cristiana en Medio Oriente".
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Monseñor Siluan Muci, arzobispo metropolitano de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía, dio a conocer una declaración con motivo de las conmemoraciones de todos los genocidios perpetrados por el Imperio Otomano, cuando se cumplen 100 años del exterminio armenio y dos años del secuestro de dos arzobispos de Alepo, en Siria.

El metropolita ortodoxo, titular del arzobispado de Buenos Aires y toda la Argentina, con sede en el barrio porteño de Palermo, difundió un mensaje titulado "Ofrendando y ofrendados por la fe", en el que también advierte "por el exterminio silencioso y progresivo de la presencia cristiana en Medio Oriente".

Comunicado del metropolita
"Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín, y por eso fue reconocido como justo, como lo atestiguó el mismo Dios al aceptar sus dones. Y por esa misma fe, él continúa hablando, aún después de su muerte" (Hebreos 11:4)

El Oriente cristiano sigue los pasos de su Maestro, ofrendándose y, a su vez, ofrendados, sobre el altar del martirio: "El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño" (Mateo 10:24). Esta ofrenda-martirio es el cáliz que muchos hermanos nuestros bebieron y beben en la actualidad, confirmando la palabra del Señor a Juan y a Santiago al umbral de su pasión: "Ustedes beberán mi cáliz" (Mateo 20:23).

Es cierto que la historia de los cristianos en Medio Oriente es penosa y gloriosa a su vez. Penosa por tantos sufrimientos y dolores que padecen en la tierra, y gloriosa por la dignidad y la gracia que reciben en el cielo. Es una historia cuyas raíces remontan a la creación, al relato del libro del Génesis sobre el primer crimen perpetrado en la historia, el de Caín matando a su hermano Abel (4:8). Desde su punto de vista, Caín sacrifica, sobre el altar de su degeneración, a Dios y a su hermano. De esta manera, Caín atenta irremediablemente contra las dos dimensiones existenciales de su vida, tanto vertical como horizontal, cuando atenta contra la adoración verdadera y la hermandad.
En cambio, en su persona, Abel salva, "ofrendando y ofrendado por la fe", la adoración verdadera a Dios y la ofrenda. Además, Dios acepta la ofrenda de Abel, y lo recibe a él como ofrenda. Más adelante, al hacer memoria y recordar este episodio, el Apóstol Pablo subraya la fe de Abel y su repercusión hasta el día de hoy: "Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín, y por eso fue reconocido como justo, como lo atestiguó el mismo Dios al aceptar sus dones. Y por esa misma fe, él continúa hablando, aún después de su muerte" (Hebreos 11:4).

Hoy en día, esta voz de Abel repercute muy fuertemente, pues los cristianos de Oriente en general, y de Medio Oriente en especial, hacen memoria de atrocidades perpetradas contra sus propias comunidades, a fines del Imperio Otomano, a partir de 1915 y en adelante. De acuerdo a los historiadores, una política de exterminio metódico, sin precedente en la historia, se llevó a cabo por medio de manos turcas, la cual causó el martirio de unos cinco millones de cristianos, Asirios, Caldeos, Sirianos, Armenios y Ortodoxos, entre hombres, mujeres y niños. Tal es así que la Iglesia Armenia y la Iglesia Siriana Ortodoxa se encuentran celebrando esta semana el Centenario del Genocidio Armenio y el Centenario del Genocidio "Sayfo", el 24 y el 19 de abril respectivamente. Si bien nuestro Patriarcado no declaró un año centenario, aunque esto se justifica por los más de dos millones de ortodoxos mártires (sirios, libaneses y griegos), nos encontramos unidos a todos los cristianos en esta expresión de fe y de memoria, ya que es el mismo escenario que se repite y se plantea hoy en día a los cristianos en Oriente.

Por estas razones, nuestro Patriarca, S. B. Juan X de Antioquía, junto a sus hermanos S.B. el Patriarca Efrén II de la Iglesia Siriana Ortodoxa, S.B. el Patriarca Teodoro II de la Iglesia Copta y S.B. el Patriarca Cardenal Bichara Al Rai de la Iglesia Maronita, entre otros, participan de las celebraciones que se realizan en Armenia con motivo del Centenario del Genocidio Armenio.

Estamos convencidos de que, sin un reconocimiento de lo sucedido en 1915 y de sus rasgos que continúan hasta la actualidad, y sin un compromiso verdadero, claro y concreto, por parte de las potencias, grandes y regionales, en priorizar y adoptar la voz de Abel sobre la voz de Caín, y trabajar efectivamente en este sentido, no es posible evitar que el altar de Caín se vuelva a llenar de otras ofrendas. A nadie convence esta abominación del ser humano, ni la falta de capacidad y determinación política a nivel mundial para poner fin a esta escalada inhumana desastrosa contra toda razón y lógica, como así también contra todo derecho humano básico.

Por ello, hoy 22 de abril, bisagra que une a ambos centenarios, fecha en la que recordamos a los dos arzobispos de Alepo, S.E.R. Arzobispo Youhana (Ibrahim) y S.E.R. Metropolita Pablo (Yazigi), secuestrados en Siria el 22 de abril de 2013, bregamos para que dichas atrocidades nunca vuelvan a suceder, porque estamos seriamente preocupados por el exterminio silencioso y progresivo de la presencia cristiana en Medio Oriente, acción que se ve acompañada por el desinterés político, la hipocresía y el silencio cómplice internacional.

En la luz del tiempo pascual que vivimos, entendemos que, en todo esto, la actitud de todos es determinante: "En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios" (Juan 3:19-21).

Por todo ello, elevamos nuestra oración por la paz y por la convivencia pacífica y solidaria entre todos los que habitan aquella tierra desde siglos, rogando que el Señor ilumine la consciencia y el accionar de todos los que puedan aportar una luz de su resurrección a esta situación frenética para frenarla y para recomponer todo a favor del ser humano por encima de todo interés o beneficio material
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