Viernes 19 de abril de 2024

El Papa: "Salir de nosotros mismos abre la puerta que conduce al Señor"

  • 4 de noviembre, 2019
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Misa en sufragio por los 13 cardenales y los 147 obispos fallecidos durante este año
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“No nacimos para la muerte sino para la resurrección”, recordó el Papa en la misa, celebrada hoy lunes 4 de noviembre, en la basílica de San Pedro, en sufragio por los 13 cardenales y los 147 obispos fallecidos durante este año.



En su homilía el papa Francisco invitó a reflexionar sobre el sentido más profundo de nuestra existencia y el llamado del Señor a resucitar con Él.



Reflexionando sobre el Evangelio de hoy, el pontífice explicó que la primera ayuda nos viene de Jesús que dice: “Al que viene a mí, yo no lo echaré”. “Ir a Jesús, el viviente, para vacunarse contra la muerte, contra el miedo de que todo se acabe” – precisó el Santo Padre y propone una serie de preguntas que nos ayudan a ver si realmente vamos hacia Jesús:



¿Vivo yendo al Señor o giro sobre mí mismo? ¿Cuál es la dirección de mi camino? ¿Trato de dar una buena impresión, de salvaguardar mi papel, mis tiempos y mis espacios, o voy al Señor? La frase de Jesús es impresionante: al que viene a mí, yo no lo echaré. Como si dijera que la expulsión está prevista para el cristiano que no va a Él. Para los que creen que no hay término medio: no se puede ser de Jesús y girar sobre sí mismo. Quien es de Jesús vive en salida hacia Él.



“La vida es toda una salida, continuó el pontífice, del vientre de la madre para salir a la luz, de la infancia para entrar en la adolescencia, de la adolescencia a la vida adulta, hasta la salida de este mundo”.



Hoy al orar por nuestros hermanos cardenales y obispos, que salieron de esta vida para ir al encuentro del Resucitado, no podemos olvidar la salida más importante y más difícil, que da sentido a todas los demás: la salida de nosotros mismos. Sólo saliendo de nosotros mismos abrimos la puerta que conduce al Señor. Pidamos esta gracia:



“Señor, deseo venir a Ti, a través de las calles y de los compañeros de camino de cada día. Ayúdame a salir de mí mismo, para ir a tú encuentro, que eres la vida”.



Refiriéndose a la primera lectura y al noble gesto realizado por Judas Macabeo en favor de los difuntos, Francisco propone una segunda reflexión, siempre referida a la resurrección, asegurando que son los sentimientos de piedad los que generan magníficas recompensas:



“Si, en efecto, como nos recuerda San Pablo, “la caridad jamás tendrá fin” entonces es precisamente este el puente que conecta la tierra con el cielo. Por lo tanto, podemos preguntarnos si estamos avanzando en este puente: ¿me dejo conmover por la situación de alguien que está en necesidad? ¿Sé llorar por quien sufre? ¿Rezo por aquellos en los que nadie piensa? ¿Ayudo a alguien que no tiene qué devolverme?



Por último Francisco se refirió a “un tercer estímulo en vista de la resurrección”. Y lo toma de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, quien sugiere que antes de tomar una decisión importante, nos imaginemos ante Dios al final de los días.



Esa es la llamada a presentarse que no se puede posponer, el punto de llegada de todos. Así que, cada elección de vida que se enfrenta en esa perspectiva está bien orientada, porque está más cerca de la resurrección, que es el significado y el propósito de la vida. Así como la partida se calcula a partir de la meta, así como la siembra se juzga a partir de la cosecha, así la vida se juzga bien a partir de su fin, a partir del fin.



“Puede ser un ejercicio útil ver la realidad con los ojos del Señor y no sólo con los nuestros; para tener una mirada proyectada al futuro, a la resurrección, y no sólo al hoy que pasa” continúa Francisco, y concluye su homilía con una recomendación:



¿Salgo de mí mismo para ir al Señor todos los días? ¿Tengo sentimientos y gestos de misericordia hacia los necesitados? ¿Tomo decisiones importantes ante Dios?”



“Dejémonos provocar al menos por uno de estos tres estímulos. Estaremos más en sintonía con el deseo de Jesús en el Evangelio de hoy: no perder nada de lo que el Padre le ha dado. Entre las tantas voces del mundo que nos hacen perder el sentido de la existencia, sintonicemos con la voluntad de Jesús, resucitado y vivo: haremos del hoy que vivimos un amanecer de resurrección”. +