Martes 23 de abril de 2024

Francisco pide testimoniar a nuestros contemporáneos la alegría de conocer a Jesús

  • 21 de septiembre, 2019
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Audiencia con los participantes al Encuentro Internacional de Centros Académicos y Escuelas de Nueva
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El papa Francisco recibió hoy a 300 participantes del Encuentro Internacional de Centros Académicos y Escuelas de Nueva Evangelización sobre el tema "¿Es posible encontrar a Dios? Caminos de Nueva Evangelización", organizado por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, a los que animó a “encender el deseo de encontrar a Dios a pesar de los signos que oscurecen su presencia”.



Dirigiéndose a los participantes el pontífice dijo que “a muchos de nuestros contemporáneos le sucede que Dios está cerca de ellos, pero no pueden reconocerlo”, y recordó que algo similar le ocurrió también a los discípulos de Emaús, que desanimados no pudieron reconocerlo.



El “secreto", dijo Francisco, “reside en sentir, junto con las propias incertidumbres, la maravilla de esta presencia”. “Hacer enardecer el corazón es nuestro desafío”. Un desafío que enfrenta algunos obstáculos:



“A menudo sucede que la Iglesia es un recuerdo frío para el hombre de hoy, o una ardiente decepción, como lo fue la historia de Jesús para los discípulos de Emaús. Muchos, especialmente en Occidente, tienen la impresión de una Iglesia que no los entiende y que está lejos de sus necesidades”.



Ante una iglesia "mundanizada" que sigue “los criterios de éxito del mundo y olvida que no existe para proclamarse a sí misma, sino a Jesús” el Papa señala un camino: “hay que ocuparse”. Porque la Iglesia –explicó- "no existe para proclamarse a sí misma, sino a Jesús, y cuando no siente el ardor de actuar el Evangelio en el presente, termina siendo más un bello hallazgo de museo que la sencilla y festiva casa del Padre. ¡La tentación de los museos!"



Sin embargo, el Papa constata que son muchos los hijos que el Padre quiere hacer "sentir como en casa"; “son nuestros hermanos y hermanas que, beneficiándose de muchos logros técnicos, viven absorbidos por el torbellino de un gran frenesí”.



Cuántas personas a nuestro lado viven apuradas, esclavas de lo que debería ayudarles a sentirse mejor y olvidar el sabor de la vida: la belleza de una familia grande y generosa, que llena el día y la noche, pero que ensancha el corazón, la luminosidad que está en los ojos de los niños, que ningún teléfono inteligente puede dar, la alegría de las cosas sencillas, la serenidad que da la oración.



El Papa afirmó que nuestros hermanos nos piden solo una cosa esencial, algo que “corresponde a las necesidades más profundas”: “amar y ser amados, ser aceptados por lo que uno es, encontrar la paz del corazón y una alegría más duradera del entretenimiento”.



Todo esto, añadió, “lo experimentamos en una sola palabra, y más aún en una sola persona, Jesús” y tenemos esta misión: “encontrarnos con nuestros contemporáneos para hacerles conocer su amor. No tanto enseñando, nunca juzgando, sino haciéndonos compañeros de camino”.



¡Qué importante es sentirse interpelado por las preguntas de los hombres y mujeres de hoy! Sin pretender tener respuestas inmediatas y sin dar respuestas preenvasadas, sino compartiendo palabras de vida, no para hacer prosélitos, sino para dejar espacio a la fuerza creadora del Espíritu Santo, que libera el corazón de la esclavitud que lo oprime y renueva. Transmitir a Dios, pues, no es hablar de Dios, no es justificar su existencia: ¡hasta el diablo sabe que Dios existe! Anunciar al Señor es testimoniar la alegría de conocerlo, es ayudar a vivir la belleza de su encuentro. +