Martes 16 de abril de 2024

Francisco recibió a la misionera de 97 años que regresa a África

  • 25 de octubre, 2017
  • Ciudad del Vaticano
El papa Francisco recibió este martes 24 de octubre a la misionera italiana Gianantonia Comencini, religiosa de 97 años, que regresa de nuevo a Eritrea, donde ya lleva siete décadas entregada a la misión. El encuentro, que la misionera ha calificado de conmovedor, tuvo lugar en la casa de Santa Marta. Esta misionera comboniana ejerce de profesora, de catequista, de visitadora de enfermos. Sus domingos transcurren en un hospital geriátrico al lado de ellos.
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El papa Francisco recibió este martes 24 de octubre a la misionera italiana Gianantonia Comencini, religiosa de 97 años, que regresa de nuevo a Eritrea, donde ya lleva siete décadas entregada a la misión. El encuentro, que la misionera ha calificado de conmovedor, tuvo lugar en la casa de Santa Marta. Esta misionera comboniana ejerce de profesora, de catequista, de visitadora de enfermos. Sus domingos transcurren en un hospital geriátrico al lado de ellos.

En el Festival Misionero que tuvo lugar en Brescia, Italia, del 12 al 15 de octubre pasados, recibió el premio "Corazón Amigo" 2017, un premio que, desde 1990, busca dar a conocer la gran obra que la Iglesia, a través de corazones como el de Gianantonia, realiza a favor de los más necesitados. Junto a ella se reconoció también la labor de la misionera laica en Camboya, Cristina Togni, y la del sacerdote Tarcisio Moreschi, misionero en Tanzania.

Giovanna Comencini nació el 21 de julio de 1920 en Castion Veronese (Verona), es la última de 11 hermanos y la única en acceder a los estudios. Después de haberse graduado como maestra y haber comenzado a enseñar, manifiesta su vocación religiosa y elige ingresar en la Congregación de las Hermanas Combonianas.

En 1948 partió para la misión en Eritrea donde permanecería durante 70 años. A lo largo de su vida enseñó incansablemente y sembró en sus alumnos sueños, esperanzas y futuro en una tierra donde, durante años, el único lenguaje conocido era la guerra, la precariedad y el miedo. Educar para el respeto mutuo, para el conocimiento del conocimiento cultural y religioso, para la esperanza, inculcando gotas de paz. Un trabajo diminuto, invisible, aparentemente oculto pero que dio y aún da su fruto.

En Eritrea, un país donde las situaciones precarias parecen interminables, la hermana Giannantonia, a los 97 años, continúa dedicándose a la humanidad marginada, olvidada y excluida; los empobrecidos, los más pobres entre los pobres.

Esta es su mayor alegría que comienza con un corazón nacido para ser donado, roto para la humanidad. Un proyecto de vida que alienta y provoca admiración. +