Jueves 28 de marzo de 2024

La Rioja celebró a sus mártires con "memoria agradecida y alegría misionera"

  • 28 de abril, 2020
  • La Rioja (AICA)
A un año de la beatificación de los mártires riojanos
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La diócesis de La Rioja celebró a sus mártires, a un año de su beatificación. Con una misa presidida por el obispo, monseñor Dante Gustavo Braida, recordaron y agradecieron por la vida y el testimonio de monseñor Enrique Angelelli, Gabriel Longueville, Carlos de Dios Murias y Wenceslao Pedernera.



La misa fue concelebrada por el rector de la catedral, presbítero Gustavo de la Puente, junto con los presbíteros Pablo Delgado, Jorge Pérez y Roberto Queirolo.



En su homilía, monseñor Braida propuso recordar a los beatos con “memoria agradecida y alegría misionera” y agradecer al Señor “por las huellas de santidad que ellos dejaron para que iluminen nuestras vidas y a toda la sociedad”.



De monseñor Angelelli, el prelado destacó su vocación y misión “siendo fiel al Evangelio y a la Iglesia de su tiempo, asumiendo y abrazando con pasión la renovación que trajo el Concilio”. Su servicio, recordó, “tenía como destinatario privilegiado a los más pobres y necesitados”.



Sobre el beato Gabriel Longueville, destacó el llamado misionero que desde Francia lo trajo a ejercer el sacerdocio a Los Llanos, “de un modo cercano a la gente y, a la vez, sencillo y respetuoso de la vida y religiosidad del pueblo”.



“El beato Carlos de Dios Murias, miembro de la familia franciscana conventual, movido por ese fuego interior del Espíritu fue enviado por la Orden como misionero para abrir caminos para la fundación de una comunidad en tierra riojana”, relató monseñor Braida.



“Ambos, de distintas procedencias, fueron acogidos por esta familia eclesial riojana para sumarse a la pastoral de conjunto que aquí se vivía. Y eso era lo que esperaba de los religiosos, nuestro Obispo Enrique: que, desde su propio carisma, se integraran al andar diocesano y despertaran el ardor misionero en la comunidad”, señaló.



Al referirse a la figura del beato Wenceslao Pedernera, el obispo recordó su vida “simple y generosa que ha puesto de manifiesto claramente que la santidad se puede vivir plenamente en la vida cotidiana, en las actividades habituales que cada uno realiza”.







“Su vida pastoral se expresaba sobre todo en el cuidar y promover, junto con su esposa, el crecimiento de su familia y en el contribuir a que el trabajo de la tierra sea reconocido y redituable para quienes eran más pobres”, recordó.



“La vida de nuestros mártires estuvo marcada por un ir profundizando cada vez más su vínculo con Dios que lo llevaba a dejarse llevar por esas mociones interiores que el Espíritu les iba suscitando para tomar decisiones y vivirlas en lo cotidiano. Las dificultades, las persecuciones persistentes no apagaron ese fuego interior y comunitario. Al contrario, fueron el ambiente propicio para que se manifestara hasta en la entrega de sus vidas”.



“El beato Enrique, supo de estas amenazas y las sufrió. Asimismo, con toda la comunidad diocesana, sintió profundamente los asesinatos de Carlos, Gabriel y Wenceslao que lo precedieron. Pero no perdió el ‘norte', conservó el horizonte que siempre lo movió: la esperanza en Cristo Resucitado”, destacó.



Por otra parte, consideró que los mártires nos dan luz para abrazar el hoy de nuestra historia. “En estos tiempos de pandemia nos es muy grato ver a tantos laicos y laicas, servidores en la sociedad que viven su vocación plenamente para enfrentar este momento. También el esfuerzo que hacen los docentes y educadores para continuar con su tarea. El valor de la familia como lugar donde transitamos la cuarentena y que nos va permitiendo una profundización de los vínculos. Las cocinas comunitarias para resolver las necesidades básicas de alimento, porque claro, también, este tiempo plantea grandes desafíos para muchas familias, por no poder trabajar, por ejemplo. También nos es muy grato ver como Sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral buscan caminos de acompañamiento a las comunidades para que sigan alimentando su fe y su compromiso ciudadano”.



En ese sentido, llamó a seguir el ejemplo de los mártires, “asumir y aceptar el momento histórico que nos toca vivir y descubrir en él los signos de los tiempos que nos da Dios. Quizás sea tiempo para descubrir un nuevo estilo de vida, más austero y sereno, simple y solidario. Donde una mayor sensibilidad y creatividad se manifiesten en cada ciudadano. Donde el valor y cuidado de la vida esté indudablemente por encima de otros intereses”, animó.



Luego de recordar y agradecer a quienes hicieron posible, hace un año, la ceremonia de beatificación, participando cada uno desde su lugar como Iglesia sinodal, el obispo destacó la “alegría serena y profunda” por la beatificación, alegría que “brota del Evangelio vivido y compartido”.



“Que esta memoria agradecida por su Beatificación, nos animen a caminar juntos y a responder con generosidad a la misión evangelizadora para que el Reino de Justicia y Paz que Él vino a establecer pueda ser realidad en nuestros días y podamos gozarlo en su plenitud el día de nuestra partida”, rezó.



Al finalizar la celebración, un seminarista francés que se encuentra en La Rioja, leyó un mensaje del obispo de Viviers, diócesis de la que era oriundo el beato Longueville. En su carta, monseñor Jean-Louis Balsa agradeció a Dios por el testimonio de los mártires y expresó su adhesión al triduo de oración, saludando especialmente al pueblo de Dios riojano.



Además, fue leído un mensaje enviado por la esposa del beato Wenceslao Pedernera, Coca Cornejo, y sus hijas Estela, Susana y María Rosa. En sus palabras, agradecieron profundamente a tanta gente que las acompañó en la beatificación, “momentos que fueron y serán únicos en nuestras vidas”.



En este año que “será diferente”, pidieron a los mártires “que nos brinden fuerzas y fe para que juntos podamos sobrellevar las adversidades que vivimos en nuestros tiempos.+