Sábado 20 de abril de 2024

Médicos católicos afirman que hay salida al miedo que paraliza

  • 20 de abril, 2020
  • Buenos Aires (AICA)
El Consorcio de Médicos Católicos de Buenos Aires publicó un artículo que busca otorgar un sentido al sufrimiento, en medio de la crisis humanitaria mundial que conmueve y atemoriza.
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El Consorcio de Médicos Católicos de Buenos Aires publicó un artículo que busca otorgar un sentido al sufrimiento, en medio de la crisis humanitaria mundial que conmueve y atemoriza. La doctora Elena Rita Passo, vicepresidenta de la institución, en el escrito titulado “Yo acuso”, plantea un nuevo modo de pararse frente al virus que nos atraviesa, con la alternativa de resignificar la crisis y obtener un resultado social positivo.



“Estamos transitando una crisis humanitaria mundial. El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró el estado de pandemia, la primera pandemia ocasionada por coronavirus. Esto implica la existencia de una enfermedad infecto contagiosa que traspasa naciones y continentes. El virus causante de la infección es una variedad nueva, a la que los seres humanos no habíamos estado expuestos”, comenzó explicando.



Y aunque asume que “hay muchos datos que aún se desconocen”, la incertidumbre reina en los gobiernos del mundo, “aún en los países más desarrollados, que no estaban preparado para afrontar una demanda sanitaria como la actual”.



Algunas potencias mundiales dieron “una prioridad a la economía y el poder”, “desvalorizando a la persona humana y por ende sus derechos fundamentales”. “El acceso a un servicio de salud de calidad médica adecuada está supeditado, en la mayor parte de los países, al poder adquisitivo individual. Ahora hay un problema extremadamente serio que pone en riesgo a la humanidad: nos damos cuenta de que la naturaleza humana ha sido subvalorada y utilizada. Otro tanto ocurrió con la naturaleza en general, que lastimosamente no corrió con mejor suerte”, afirma la doctora Passo.



“Una pregunta para reflexionar es: ¿Cómo manejamos este miedo? Algunos resignificarán su propia dignidad y tendrán una respuesta que los acerca a la santidad; cuántos médicos, enfermeros, personal de limpieza, voluntarios han dado muestras de ello en esta crisis. Cuántos sacerdotes se mostraron solícitos al lado de personas enfermas”.



Surge entonces una posición en la sociedad, plantea, el “yo acuso”: “Transfiero mi miedo y la angustia que me ocasiona la posibilidad del contagio a un ‘culpable’ y ese otro en general es percibido como muy diferente. Entonces en ese mundo interior tenebroso surge el ‘yo acuso’ al diferente y lo hago responsable de mis propias limitaciones”.



“Acuso al médico, a los enfermeros, al personal del equipo de salud porque al cuidar pacientes me pueden contagiar. Yo acuso a ese vecino porque vino de otro lugar. Yo acuso al de otra etnia o al que viene de otra cultura y me puede contagiar. El "yo acuso" se levanta como un grito al unísono de una sociedad -ya de antes moralmente muy enferma-, y que no teme, eso sí, en discriminar al otro”.



Afirma la doctora Passo: “No hay peor esclavitud que estar sumido en el miedo, porque hace relucir en nosotros nuestra peor parte y esa es la parte que no viene de Dios. Cuando a Jesús le llevaron la mujer acusada de adulterio a la que querían matar y le pidieron que se expida, Él ante el ‘yo acuso’ respondió: ‘quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra’ (Jn 8,1-11)”.



Por eso, anima a preguntarse “¿Cuál es la salida del miedo que paraliza y enceguece?”. “Concentrarnos en apuntalar nuestra riqueza. Tenemos la gracia de nuestra fe, la fortaleza de pertenecer a la Iglesia de Cristo y sus enseñanzas. Volvamos a la fuente donde quedaron escritas las enseñanzas del Divino Maestro: ‘Si se mantienen en mi palabra serán verdaderamente mis discípulos y conocerán la Verdad. Y la Verdad los hará libres’ (Jn 8,31-32)”.



Al concluir, señala: “Nuestro temor radica en la negación de la propia fragilidad. La fragilidad humana y la enfermedad, el dolor y el sufrimiento son circunstancias que la evidencian aún más. Un discípulo comprende que hay que ayudar a cargar la cruz del hermano. Un discípulo comprende que hay que dejarse habitar por Dios para cargar la propia cruz. Esta crisis es un reto y se sale victorioso con la convicción profunda de que Dios nos ama y que en todo momento cuida de nuestra fragilidad”.+