Jueves 18 de abril de 2024

Mons. Buenanueva: "El abrazo de paz de los dos presidentes"

  • 13 de diciembre, 2019
  • San Francisco (Córdoba) (AICA)
El obispo de San Francisco reflexionó sobre el saludo de la paz que se dieron ambos mandatarios.
Doná a AICA.org

Luego de la Misa por la Patria celebrada en Luján el 8 de diciembre, a la que asistieron el entonces presidente Mauricio Macri y el (en ese momento) presidente electo, hoy presidente de la Nación, Alberto Fernández, el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, reflexionó sobre el saludo de la paz que se dieron ambos mandatarios.



¿Qué significado atribuirle al abrazo de paz de los dos presidentes?

“En cierto modo, dicho gesto se prolongó, ahora en el marco secular del Congreso de la Nación, cuando, también cumplido el rito republicano del traspaso de las insignias del poder, ambos líderes volvieron a estrecharse en un abrazo”, destacó. “¿Qué alcance darle a este gesto de cordialidad realizado en dos tiempos?”.



“Obviamente, la primera referencia del rito litúrgico es su significado en el marco de la liturgia eucarística. Junto con la oración del Padrenuestro, el abrazo de paz prepara a la comunidad orante para el momento más sagrado de la misa: la comunión con el Cuerpo de Cristo”, señaló.



“Para captar mejor su sentido, conviene recordar una discusión reciente. El papa Benedicto XVI preguntó a los obispos del mundo si convenía cambiar el momento del saludo de paz, ubicándolo antes de la presentación del pan y del vino. Así ocurre en el rito ambrosiano, como en el zaireño, recientemente presidido por Francisco. Es una evocación de las palabras de Jesús: ‘Por tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda’. Con buen tino, el papa Fancisco decidió dejar las cosas como están, pero el sentido de reconciliación permanece: no puedo recibir a Cristo si no estoy en paz con mi hermano”, recordó monseñor Buenanueva.



“No sé si Alberto y Mauricio (y con ellos, sus respectivos equipos y los otros dirigentes que los acompañaban) habrán tenido en cuenta estas disquisiciones teológico-litúrgicas. Sin embargo, pienso que, tanto en la misa como en el Congreso, han llegado a percibir el alcance político de su gesto. Los líderes genuinos saben generar gestos simbólicos de largo alcance. Por una parte, recogen aspiraciones y anhelos profundos, sentidos por buena parte de la sociedad. Por otra, y si logran realmente expresar esas expectativas, tocan el corazón, marcan un rumbo a seguir y movilizan las voluntades hacia el bien común. Huelga decir que esta capacidad movilizadora la poseen también, y en ocasiones en grado sumo, quienes ejercen liderazgos tóxicos”, advirtió.



“No puedo ponerme en el lugar de ambos presidentes y leer sus intenciones íntimas. Sólo apunto que, para muchos (entre los que me cuento) ese gesto logró conectar con una aspiración de fondo que -creo no equivocarme al escribirlo- hoy está en el corazón de una buena mayoría de argentinos, de un lado y del otro de los diversos posicionamientos políticos o ideológicos que podamos tener. Obvio que los más fanatizados siguen ahí, batiendo sus tambores de guerra, dispuestos siempre a hacer la peor interpretación de todo lo que el ‘enemigo’ hace, dice o calla”, lamentó.



¿Qué anhelo recogen y expresan estos gestos?

“Los argentinos queremos paz. Sentimos la urgencia de plantarnos de otro modo, los unos frente a los otros; de enfrentar nuestras diferencias con un talante distinto al modo como lo hemos hecho hasta ahora. No es la paz de los cementerios, es decir, la que supone acallar diferencias. Bien lo señaló el arzobispo Jorge Scheinig en su lúcida homilía. También el presidente Fernández aludió a ello en su discurso ante el Congreso. Queremos la paz de quienes saben convivir, porque se reconocen semejantes. La que se logra, no de ocultar las diferencias, incluso las más hondas (como las que suscita la legalización del aborto, por ejemplo), sino la que tiene como esencial punto de referencia la condición humana de quien es mi ocasional adversario”, destacó.



“Es la paz de los corazones pacificados de toda violencia, resentimiento, odio o rencor”, consideró.

Por otra parte, afirmó: “Los pueblos son cada vez más impacientes con sus dirigentes. Sobre todo cuando perciben su desconexión con la vida real de las personas concretas, sus deseos e incertidumbres, sus luchas cotidianas y el sedimento de sus decepciones. Cae la confianza en las instituciones: de la justicia a la Iglesia, de la política al periodismo”.



Cuando nuestros miedos y desilusiones se transforman en bronca, ¿qué fantasmas comienzan a agitarse?

“Alberto y Mauricio se dejaron llevar por un sentimiento noble y profundo al estrecharse en un abrazo amistoso de paz. Se reconocieron hermanos. Ese sentimiento alcanzó sus corazones, se hizo gesto y palabra ocasionales, pero recogía el sentir fraterno de millones de argentinos. ¿Llegará a hacerse compromiso sostenido con perseverancia en el tiempo?”, se preguntó.



“La política no es campo ni para fanáticos ni para ingenuos. El realismo se impone a cada paso y ante cada decisión concreta que nunca son como se esperan. No vivimos en un mundo perfecto, ni tenemos líderes perfectos tanto como los ciudadanos tampoco lo somos. En política, como en otras áreas de la vida, la lucha es por conquistar el bien posible, aquí y ahora, en medio de limitaciones que suelen ser siempre mayores a las que soñamos”, reconoció.



“Pienso que la inmensa mayoría de los argentinos comprendemos la gravedad y complejidad de los desafíos que hoy enfrentamos y que desbordan la gestión política del bien común. Sabemos también que la política supone conflicto, debate y un ejercicio paciente de oposición crítica. Pero, aunque no es sencillo, sabemos también reconocer cuándo esa conflictividad proviene de una genuina sed de justica, del resentimiento o de un corazón corrompido”, aseguró.



“El tiempo apremia. La mecha realmente está corta. Hay hermanos que no pueden seguir esperando. Que los gestos de paz se correspondan con opciones y decisiones concretas”, exhortó.



“Yo, como creyente, se lo pido a Dios con la insistencia que Jesús nos enseñó”, concluyó.+