Martes 23 de abril de 2024

Mons. Mestre: Seamos verdaderos catequistas de la Resurrección y la Vida

  • 1 de abril, 2020
  • Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
En su reflexión para el quinto domingo de Cuaresma, el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Mestre, utilizó tres palabras: "sepulcro", "resurrección" y "humanidad".
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En su reflexión para el quinto domingo de Cuaresma, el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Mestre, utilizó tres palabras para ilustrar el episodio evangélico de la resurrección de Lázaro: “sepulcro”, “resurrección” y “humanidad”.



Los sepulcros de nuestra vida

“La situación dramática de la humanidad es descripta a través de la muerte con la fuerte metáfora de los sepulcros y las tumbas cerradas. Hoy nosotros también seguimos participando de esta realidad”, comenzó explicando el obispo de Mar del Plata. Por la situación del coronavirus, vivimos “consecuencias sepulcrales”, al estar en nuestras casas. “Son muchas las experiencias de muerte y sepulcro que paradojalmente en este momento de la historia se entrecruzan en el camino de la vida de las personas”, afirmó.



Yo soy la resurrección y la Vida

En el segundo punto, monseñor Mestre se refirió a la palabra de Jesús que, “en medio de las tumbas y sepulcros de nuestra vida irrumpe con una profunda y bellísima frase: ‘“Yo soy la resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás’”. Entonces, si realmente creemos esto, podremos ser “verdaderos catequistas de la resurrección y la vida. En este tiempo de pandemia somos invitados a creer y anunciar a todos que Jesús es el único que abre realmente todas las tumbas y sepulcros de la humanidad”, sostuvo el prelado.



La humanidad de Jesús: amistad y dolor

Finalmente, el obispo recordó cómo en el Evangelio se expresa el “poder de Dios de llamar de la muerte a la vida y, a la vez, se manifiesta como ser humano”. Monseñor Mestre hizo alusión a los buenos amigos de Jesús: “Él descansaba en esa amistad, disfrutaba de esos encuentros”. Por este motivo, también “llora y sufre humanamente”. “Con el Maestro, Dios y hombre, aprendemos nosotros a disfrutar del don de la amistad y los amigos a lo largo de la vida. También el Señor nos enseña, con fe y desde la fe, a llorar a nuestros difuntos”, agregó luego, y aclaró que “el llanto, el dolor por la muerte de los que amamos no significa que no tengamos fe”, sino que es una manera de “extrañar a los que ya no están”. Lo bueno es hacerlo “con actitud de fe y de apertura a Dios y a su obra en nosotros”.+