Lunes 29 de abril de 2024

Franciscanas Misioneras de la Natividad dejan Catamarca tras 60 años de trabajo pastoral

  • 1 de junio, 2022
  • Valle Viejo (Catamarca) (AICA)
La comunidad de Valle Viejo despidió a las religiosas durante una misa de acción de gracias presidida por Mons. Urbanc, quien invitó a rezar para que haya "muchas y santas vocaciones".
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El 30 de mayo, la comunidad parroquial de San Isidro Labrador, en la localidad catamarqueña de Valle Viejo, despidió –con cariño y gratitud- a las religiosas Lidia Rivera Zárate y Teresita del Carmen Rengifo Curimozon, pertenecientes a las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Natividad de Nuestra Señora, congregación que trabajó pastoralmente durante 60 años en tierras chacareras.

La misa de acción de gracias por su valiosa tarea evangelizadora fue presidida por el obispo de Catamarca, monseñor Luis Urbanc, y concelebrada por el párroco anfitrión, presbítero Javier Grosso; los sacerdotes Diego Manzaráz, canciller y secretario general de la Curia diocesana; Carlos Robledo y Facundo Brizuela, párrocos de Fray Mamerto Esquiú y de Santa Rosa, respectivamente; Ramón Carabajal, capellán de la catedral basílica y santuario mariano; Tomás Barbero, vicario parroquial de Andalgalá; y Francisco Urbanc, de la arquidiócesis de Tucumán.

De la celebración eucarística también participaron miembros de distintas congregaciones religiosas que trabajan en la diócesis, y fieles de las comunidades de la jurisdicción parroquial de San Isidro Labrador y otras.

En el inicio de la ceremonia litúrgica, la hermana Lidia leyó un pormenorizado detalle de los inicios de la congregación en Catamarca, que pusieron bajo el amparo de la Virgen del Valle; sus primeros miembros, su testimonio de vida consagrada y la misión que desplegaron durante seis décadas, centrada en los enfermos, ancianos y personas más necesitados.

Por su parte, monseñor Urbanc dio gracias a Dios por la obra de las hermanas, recordando que “34 religiosas de la congregación pasaron en estos 60 años y dos dejaron su cuerpo acá, y estarán esperando la resurrección final”.

El prelado catamarqueño expresó su anhelo de que “el Señor les conceda muchas vocaciones”, para lo que comprometió la oración: “En esta despedida que hacemos de las hermanas vamos a rezar para que haya muchas y santas vocaciones en los hogares de Valle Viejo, porque las necesitamos”.

“El mundo está necesitado de mujeres y varones que den testimonio de que vale la pena dejarlo todo y seguir al Señor, poner toda la vida al servicio de los demás”, sostuvo, y enfatizó: “Las vocaciones surgen de las familias, por eso tenemos que pedir esa gracia al Señor”.

“Si rezamos con fe y compromiso, el Señor bendecirá no sólo esta congregación sino a tantas otras”, manifestó el obispo, quien señaló que es “doloroso para la diócesis” despedir a esta congregación, como también a las Hermanas Carmelitas, el próximo 4 de junio.

Finalmente, monseñor Urbanc pidió que la Virgen del Valle y San Isidro intercedan “para que roguemos al dueño de los sembrados que envíe muchos obreros a su mies”.

Seis décadas al servicio de la evangelización en tierras chacareras
En los 60 años de labor pastoral, 34 hermanas pasaron por la comunidad local, siempre dedicadas a la misión y al servicio del pueblo chacarero en San Isidro, departamento Valle Viejo.

La congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Natividad de Nuestra Señora (Darderas) tiene sus raíces en el movimiento de espiritualidad y asistencia caritativa de la llamada “Congregación Seglar de la Natividad de Nuestra Señora”, fundada en 1599 en el Colegio de Belén de los padres de la Compañía de Jesús, de Barcelona.

Se dedicaba principalmente al ejercicio de la caridad con los enfermos del Hospital de la Santa Cruz y de las cárceles. El congregante Francisco Darder fundaó en 1731 una causa pía de mujeres, con el fin de atender a las enfermas del Hospital de la Santa Cruz de Barcelona. Esa causa pía fue transformada en congregación religiosa en 1896 por la Madre Isabel Ventosa Roig.

En 1926, llegaron las primeras hermanas provenientes de España a tierras argentinas, e iniciaron su labor en distintas provincias del país. En 1962 se realizó la fundación de la Comunidad en San Isidro-Valle Viejo, en la propiedad que la señora Erminda Barrera de Antoniette donó al obispado de Catamarca para la labor social y benéfica.

Desde ese entonces pasaron 60 años y la comunidad fiel al carisma de la Congregación y finalidad de la casa, realizó diversos apostolados y edificado en la propiedad para el mejor desempeño de la misión, incluyendo clases de bordado, corte y confección, dactilografía y taquigrafía.

En 1968 se construyó la primera parte del edificio actual (ángulo sudeste) y en 1979 se inauguró la parte nueva de los dormitorios de la comunidad. En 1981 se inauguró el pensionado “María Reina”, que era una pensión de niñas de escasos recursos y muchas sin padres, eran en su mayoría del interior. Ese pensionado fue famoso y funcionó hasta 2007. En 1992 se inauguró la capilla actual. 

Entre las tareas que desempeñaron las hermanas, se destacó el servicio de enfermería y la colaboración en la asistencia a domicilio a las personas que estaban inválidas o tenían enfermedades terminales, atendían el consultorio y hacían el seguimiento de los pacientes en sus casas. Cuando aún no existían caminos, ellas iban de noche con su candil por los senderitos para colocar sueros y socorrer a los enfermos.

Llevaron también la contención espiritual a los enfermos impedidos que no podían asistir a misa, acercándoles a Jesús Eucaristía en sus casas, geriátricos y sanatorios, tanto en Valle Viejo, como en la ciudad capital.

Además, colaboraron con la parroquia, en el servicio de sacristía, secretaría, catequesis, pastoral de la salud, animación de grupos. En la diócesis, en la pastoral vocacional y pastoral misionera.

Se dedicaron también a la docencia de los niveles primario y secundario.

Fieles al don recibido del Dr. Francisco Darder y Madre Isabel Ventosa, las hermanas que pasaron por la comunidad de Valle Viejo en estos 60 años, entregaron su vida a la misión, al servicio del pueblo chacarero, recorrieron los caminos y senderos para no dejar a nadie sin el consuelo de Dios, de día, de noche, siempre y constantemente, respondiendo al carisma de la Congregación, un servicio para gloria de Dios, en los enfermos y necesitados.+