Martes 19 de marzo de 2024

La Iglesia recuerda hoy a la beata Laura Vicuña

  • 22 de enero, 2021
  • Junín de los Andes (Neuquén) (AICA)
La Iglesia argentina recuerda hoy a la beata Laura Vicuña. El obispo de Neuquén, monseñor Fernando Croxatto, celebrará una misa en el santuario Nuestra Señora de las Nieves.
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Al cumplirse 117 años de su pascua, la Iglesia argentina recuerda hoy a la beata Laura Vicuña, nacida en Santiago de Chile y fallecida a los 12 años en Junín de los Andes, Argentina. 

El obispo de Neuquén, monseñor Fernando Martín Croxatto, celebrará una misa este viernes a las 20 en el santuario Nuestra Señora de Las Nieves y Beata Laura Vicuña, que será transmitida a través de las páginas de Facebook e Instagram de la Casa Salesiana Junín de los Andes.

Laura Vicuña nació el 5 de abril de 1891 en Santiago de Chile, y murió el 22 de enero de 1904 en Junín de los Andes, Argentina, a los 12 años. Laura había comprendido en profundidad una verdad tan olvidada para nuestra sociedad: la oración. Decía: "Para mí, es lo mismo rezar o trabajar, rezar o jugar, rezar o dormir. Haciendo lo que me mandan, hago lo que Dios quiere que haga, y esto es lo que yo quiero hacer. Esta es mi mejor oración".

Su padre fue Don José Domingo Vicuña, quien pertenecía a una familia de la aristocracia criolla chilena, de gran influencia política y alto nivel social. Su madre, Mercedes del Pino, era de una familia humilde. Esta diferencia causó tensión familiar desde el principio.

Los grandes amores de Laura fueron Jesús Sacramentado y María Auxiliadora. Fue criada en la espiritualidad salesiana. Muy devota de Santo Domingo Savio, a quien se parece en su amor puro a Jesús y a la Virgen y por morir tan joven como él.

Ante una revolución  en Chile, la familia Vicuña, por estar con el gobierno, debe huir de la capital y refugiarse a 500 kilómetros. Pronto su padre muere, y su madre, con dos niñas, Laura (con dos años) y Julia, queda en la indigencia. A raíz de esta situación, su madre decide emigrar a la Argentina. El viaje fue muy difícil y Mercedes no tenía dónde estar. Se junta en unión libre con Manuel Mora. En 1900 Laura es internada en el colegio de las Hermanas Salesianas de María Auxiliadora en el colegio de Junín de los Andes. Pronto se destaca por su devoción. Su sueño era ser religiosa.

Su amor a Dios y a la Virgen hizo que se comprometiera con la conversión de su madre. "Laurita -comenta una religiosa- había renovado la oferta de su vida por la conversión de su mamá". 

Laura le dijo a su madre: “Mamá, la muerte está cerca, yo misma se la pedí a Jesús. Le ofrecí mi vida por ti, para que regreses a Él”. Le pide que abandone a Mora y se convierta. Ella le promete cumplir su deseo. Siguió orando y ofreciendo sus sufrimientos intensos por su madre. “Señor: que yo sufra todo lo que a Ti te parezca bien, pero que mi madre se convierta y se salve”.

Sus palabras al entrar en agonía fueron las siguientes: “Mamá, desde hace dos años ofrecí mi vida a Dios en sacrificio para obtener que tú no vivas más en unión libre. Que te separes de ese hombre y vivas santamente”. Mamá: ¿antes de morir tendré la alegría de que te arrepientas y le pidas perdón a Dios y empieces a vivir santamente?” “¡Ay hija mía! Exclamó su madre llorando, ¿entonces yo soy la causa de tu enfermedad y de tu muerte? Pobre de mí ¡Oh Laurita, qué amor tan grande has tenido hacia mí! Te lo juro ahora mismo. Desde hoy ya nunca volveré a vivir con ese hombre. Dios es testigo de mi promesa. Estoy arrepentida. Desde hoy cambiará mi vida”.

Laura mandó llamar al confesor. “Padre, mi mamá promete solemnemente a Dios abandonar desde hoy mismo a aquel hombre”. Madre e hija se abrazan y lloran.

Desde aquel momento el rostro de Laura se tornó sereno y alegre. Había cumplido su misión en la tierra. Había sido instrumento fiel de la divina misericordia. Había triunfado el amor. Recibió la unción de los enfermos y el viático. Besó repetidamente el crucifijo. A su amiga que rezaba junto a ella le dice: ¡Qué contenta se siente el alma a la hora de la muerte, cuando se ama a Jesucristo y a María Santísima! Lanza una última mirada a la imagen de la Virgen que está frente a su cama y exclama: “Gracias Jesús, gracias María”, y muere dulcemente. Era el 22 de enero de 1904.

Laura Vicuña obró muchos milagros.  El papa Juan Pablo II la declaró beata en 1988. Sus restos están en el Colegio María Auxiliadora de Bahía Blanca.

En una entrevista realizada a las hermanas Susana Billordo y Silvia Dupont, autoras del libro “Transformar el dolor en amor”, las religiosas relatan: “Laura ve y sufre la violencia que Manuel Mora, la pareja de su mamá, ejerce contra ella. Y también sufre en carne propia la violencia de él, e incluso de ella. Ve en su mamá a una mujer oprimida y no quiere eso, no quiere que viva así, porque ella ve en la comunidad de la misión salesiana de Junín de los Andes otra forma de vivir, de tratarse, de respetarse. Ese contraste la ayuda a cuestionarse. Está diariamente con las hermanas, mujeres que con sus límites y sus dones la acompañan, la educan, la quieren; pero además cuenta con el padre Augusto Crestanello, su confesor, y con Zacarías Genghini, su amigo, que la escuchan, la comprenden y la orientan”.

“Para que podamos ‘desnaturalizar’ una situación de opresión necesitamos a otros que nos muestren otra realidad. Esto también les pasa a muchos chicos en nuestras casas. Dios nos regala ‘pequeños grandes santos’, pibes que sienten, aun pasándola muy mal, la incondicionalidad del Amor de Dios. Y lo ven casi literalmente en los gestos de sus animadores, de los laicos y los religiosos que caminan con ellos. Ellos son para nosotros ‘rostro de Dios’, porque ahí Él nos habla, nos grita. Ese ‘ida y vuelta’ nos transforma la vida”.+

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