Jueves 28 de marzo de 2024

Mons. Croxatto en la misa crismal: "Siempre hay vida en la Cruz"

  • 18 de septiembre, 2020
  • Neuquén (AICA)
El obispo de Neuquén celebró el lunes 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Cruz, la misa crismal de la diócesis.
Doná a AICA.org

La diócesis de Neuquén celebró el lunes 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Cruz, su misa crismal, presidida por el obispo diocesano, monseñor Fernando Croxatto, acompañado por los sacerdotes del clero neuquino.

El prelado comenzó haciendo referencia al “tiempo tan complejo y particular que transitamos”, pero que, aun así, “estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia”. Por eso, recordó que “cada Misa Crismal queremos significar como Pueblo de Dios, como ese Cuerpo de Cristo que formamos, y que nos sostiene, ya que unidos a Cristo nuestra Cabeza nunca estamos solos. Unión que en este tiempo se ha alimentado de un modo muy fuerte por y con la oración”.

La celebración, trasladada desde el Jueves Santo, se realizó en la catedral María Auxiliadora el día de la Exaltación de la Santa Cruz, fiesta “muy oportuna”, según indicó el obispo: “El Señor nos reúne hoy y al escuchar su Palabra, no podemos dejar de conmovernos y agradecerle… Y La Cruz elevada es su gran signo de Amor”, afirmó.

“Siempre hay vida en la Cruz, estamos invitados siempre a mirarla, a tenerla delante nuestro, ¡que bueno sería que en nuestros hogares la tuviéramos a la vista, cuidada, querida no como simple adorno o costumbre!”, expresó monseñor Croxatto y se refirió al “camino de cada día”, que muchas veces es “arduo, se hace pesado, cansa, es inseguro, escabroso, necesitamos apoyarnos en algo, nosotros tenemos la Cruz, es nuestro bastón. Tomarse de la Cruz, es mirarla, es contemplarla, nos fortalece, nos trae siempre la paz”. 

En este sentido, mencionó que desde la cruz “salió la fuerza de estos óleos que hoy vamos a consagrar y que son instrumentos de su vida divina, de su gracia, de la vida del Resucitado. Y en este contexto de hoy, los podríamos llamar ‘los respiradores del alma’, los que dan el oxígeno que necesitamos para recuperar la plena dignidad de la vida de hijos de Dios, para contrarrestar ‘el virus del mal que infecta y desequilibra nuestra vida y nos postra como humanidad, nos debilita…”

“Los sacramentos -afirmó- son vitales para la vida sana, verdadera y son garantía de esa vida eterna, de la vida plena que brota de la Cruz, así lo dijo el Señor”. Y aunque manifestó la añoranza de la Eucaristía, que es “insustituible”, “sabemos que aquí está el Misterio Pascual y Cristo Vivo en su Palabra y en el Pan y que lo recibimos para vivir su consigna ‘Hagan esto en memoria mía’, en nuestro hacernos pan partido y entrega generosa cada día y dar la vida por los hermanos”.

Mirando a los sacerdotes presentes, les dijo: “Hoy renovaremos nuestras promesas para hacer posible el rito insustituible y que así sea posible una vida sacramental al modo de este Cristo crucificado, sacramento del Padre y salvación para todos nosotros. La salvación es obra de Cristo y que se acerca a muchos a través nuestro. Él es el que salva y ustedes y yo, sus servidores, sus siervos inútiles como lo enseñó Él…Llamados a ser ‘sacerdotes, profetas y reyes’, cada uno a su modo propio y forjar un cielo nuevo y una vida nueva, desde ahora para la plenitud en la vida eterna”.

Finalmente, animó a la comunidad: “¡No nos dejemos robar la esperanza! Que sea la esperanza la que impulse nuestra creatividad, nuestro ingenio y nuestra capacidad de respuesta, junto a nuestro pueblo que nos sigue enseñando la valentía y la solidaridad para seguir acompañando al caído… Anhelando nuestra vida comunitaria, sigamos alentando la comunión y misión de este Cuerpo del Señor que formamos y que hoy nos mantiene fuertes en esa presencia de su Palabra la cual hoy todos podemos tener”. Y concluyó dejando “en las manos llagadas del Señor nuestra propia fragilidad”, para que Él la transforme.+

» Texto completo de la homilía