Martes 30 de abril de 2024

Mons. Mestre: 'Vivir nuestras pequeñas o grandes cruces con el Señor'

  • 7 de septiembre, 2023
  • Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
El administrador diocesano de Mar del Plata dijo que en diversas circunstancias "quedamos asociados misteriosamente a la cruz de Jesús y debemos aprender a vivir con fe esta cercanía e identificación.
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El administrador diocesano de Mar del Plata y arzobispo electo de La Plata, monseñor Gabriel Mestre reflexionó, a la luz de las lecturas del domingo 3 de septiembre, sobre tres puntos: vaivenes, discípulo y cruz.

Los vaivenes de Pedro
En el primer punto, monseñor Mestre recordó cuando el apóstol Pedro “termina reaccionando en contra del mismo Jesús y busca corregir los mismos designios de Dios”.

Son los vaivenes del corazón de Simón. Muchas veces, en Pedro se da este contrapunto de fidelidad e infidelidad; fe y pensamientos humanos; compromiso y negaciones… En estas idas y vueltas, en estos vaivenes de Pedro, están los vaivenes espirituales, morales y anímicos de nuestra vida”, dijo.

Luego, animó a preguntarse internamente: “¿Cómo puedo lograr ‘equilibrar’ mejor mi vida de fe? ¿Cómo afectan a los demás los vaivenes de mi vida?”.

Volver a ser discípulo de Jesús
Luego, destacó que lo propio del discípulo “es ir detrás del Maestro”. “Pedro, en este momento, se convierte en mensajero de Satanás, porque se pone frente al mismo Dios y le quiere torcer sus caminos”. 

“Pedro, que el domingo pasado hizo su profesión del Mesías por la fe, ahora hace todo lo contrario. Sin embargo, una vez más vemos su espíritu de apertura y de dejarse corregir: acepta la firme corrección del Señor y buscará sinceramente convertir su corazón, para ser nuevamente discípulo de Jesús caminando detrás de Él”, aseguró.

La cruz en el camino de la vida
En el tercer y último punto, monseñor Mestre señaló: “En línea con el mesianismo sufriente que veíamos en el primer punto, Jesús nos invita a cargar la cruz. La cruz es un verdadero misterio de la fe, y solo podemos comenzar a acceder a su sentido desde el amor y la obediencia a los inescrutables designios del Padre”. 

“Jesús muere en la cruz y nos invita a cargar la cruz. La entrega de Jesús en la cruz, por ser Él el Hijo de Dios, es para nosotros salvación, redención, vida eterna. La cruz de Cristo termina en la resurrección. Para nosotros, como creyentes, la resurrección es la plenitud de la vida que, en su perfección máxima, solo hallaremos en el cielo”, continuó.

Y agregó: “La cruz del Señor está presente siempre en nuestras vidas de una u otra forma. En el dolor, en el sufrimiento, en la enfermedad propia o de las personas que amamos, en las injusticias, en todo tipo de mal padecido… En estas circunstancias, quedamos asociados misteriosamente a la cruz de Jesús. Debemos aprender a vivir con fe esta cercanía y esta identificación. No padezcamos nuestras cruces sin Cristo”. 

Finalmente, animó a que “aprendamos a vivir nuestras pequeñas o grandes cruces con el Señor, sabiendo que, como dice San Pablo, nos asociamos a Él”.+