Queridos hermanos: ¡Felices Pascuas de Resurrección!
Celebramos con profunda alegría la Pascua del Señor y con Él la Pascua del papa Francisco.
Agradezco la presencia de las autoridades, de los hermanos de la Mesa de Diálogo interreligiosa y ecuménica, la presencia de los fieles laicos, consagrados, sacerdotes y le agradezco cardenal Luis Villalba por aceptar presidir esta Eucaristía, sabiendo de su cariño, amistad y cercanía con el Papa Francisco. Muchas gracias a todos y a los que nos hicieron llegar sus saludos y condolencias.
Acabamos de escuchar en el Evangelio la hermosa escena de la aparición de Jesús resucitado junto al lago, después de la pesca milagrosa y de comer con los discípulos, quiere escuchar de labios de mismo Pedro que lo negó, la triple confesión de amor para confirmarlo en su Misión: ¿Me amas?... Apacienta mis ovejas… Sígueme…
Estas palabras de Jesús resucitado han resonado en los oídos y en el corazón de Pedro, de Francisco y hoy resuenan en el corazón de cada uno de nosotros.
Todos somos amados por el Señor, elegidos para corresponder a su amor y participar de la misión de pastor siguiendo el camino que nos huelló el mismo Jesús. Amando hasta dar la vida y anunciando la alegría del Evangelio a todos con palabras y gestos.
Queridos hermanos, la vida y el ministerio del Papa Francisco nos estimulan a vivir una vida profundamente evangélica, de cara a Jesucristo.
En primer lugar, Jorge Bergoglio, desde su infancia conoció a Jesús, creció en la fe, reconoció su amor, su misericordia, vivió la experiencia de comunión eclesial. Allí recibió su vocación sacerdotal y los demás servicios a los que el Señor lo llamó al episcopado y como sucesor de Pedro al servicio de la Iglesia universal.
La vida y el ministerio del Papa Francisco son un don de Dios para la Iglesia y para toda la humanidad. Él ha manifestado a través de su magisterio, de sus gestos, de sus actitudes, que Jesucristo es el Redentor, nos muestra la misericordia del Padre, está siempre dispuesto a perdonar, quiere llegar a todos a través del ministerio de la Iglesia.
Vemos al mismo Jesús en los gestos y palabras del Papa Francisco.
Francisco nos ha mostrado a Jesús, y su Evangelio y nos ha impulsado a ser una Iglesia en salida, salir de la propia comodidad para llegar a todos, todos, todos, con la alegría del Evangelio y la luz de la esperanza; a tantos hermanos que viven en la oscuridad y la postergación de las periferias territoriales y existenciales.
La alegría del Evangelio es una alegría misionera. La cercanía, el abrazo, la sonrisa del Papa Francisco han sido un signo de esa alegría misionera. Él se acercaba a cada uno, lo miraba a los ojos, lo escuchaba, le daba una palabra, lo bendecía; a pesar que había una multitud alrededor. Él lo mostraba al mismo Jesús cuando recibía un mate, besaba a los niños, ancianos, presos, discapacitados y hasta los líderes de Sudán para invitarlos a la reconciliación, cuando comía con los hombres y mujeres de la calle, cuando llamaba por teléfono…
Francisco nos recordó que todos somos dignos, todos somos importantes y necesarios, que todos estamos en esta barca, cuando la humanidad se sumergía en la pandemia y que no podemos salvarnos solos, que nos necesitamos.
Francisco nos invitó a cuidar la casa común y a tomar en serio el cambio climático (Laudato Si – Laudate Deum); nos recordó que Todos somos hermanos y estamos llamados a vivir la amistad social (Fratelli Tutti). El amor de Jesucristo, que nos llama amigos y que nos revela el amor de Dios, que nos amó primero, no es ajeno a nuestro encuentro con Él y los hermanos, ya que bebiendo de ese amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común (Dilexit Nos). Él mismo decía pido al Señor Jesucristo que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Eso será hasta que celebremos felizmente unidos el banquete del Reino celestial. Allí estará Cristo resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota de su Corazón abierto. (DN)
El Papa Francisco nos ha invitado a irradiar la alegría del Evangelio, siendo una Iglesia en salida, en conversión permanente, para no dejarse tentar por el egoísmo, el pesimismo, la mundanidad y vivir desde el corazón del Evangelio. Siendo más sinodales, viviendo en comunión y participación para la Misión. Él nos enseñó que iniciemos procesos y hasta nos dejó tarea para la casa para vivir el Año Jubilar de la esperanza y el camino de implementación del Sínodo hasta 2028…
Nos ha impulsado a ser una comunidad de discípulos misioneros que primerean, se involucran, acompañan, fructifican y festejan. Él mismo ha hecho este camino… con sus viajes, los encuentros con los jóvenes, los pobres, los enfermos, los presos, los refugiados; sus enseñanzas en las homilías, las catequesis, las encíclicas y exhortaciones apostólicas y todo su magisterio hecho de palabras y de gestos.
Nos impulsó a la Misión y a la alegría en Evangelii Gaudium: nos decía: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús… Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. Además, nos dejó los cuatro principios que orientan la convivencia social para armonizar las diferencias en un proyecto común: el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea y el todo es superior a la parte (EG. 221-237) Siempre poniendo a Jesucristo en el centro.
Les habló a las familias invitando a la alegría del amor vivido en el matrimonio y la familia; desde el proyecto del Señor, atendiendo todas las realidades, también las dolorosas y difíciles, así como la importancia de la educación de los hijos y la importancia de la espiritualidad matrimonial en la exhortación Amoris Laetitia.
Francisco invitó a los jóvenes a encontrarse con Jesús, les dijo: “Cristo vivo es nuestra esperanza… y todo lo que toca se llena de vida, se hace joven. Cristo está vivo y te quiere vivo, te ama, te salva y te da vida. Él tiene un proyecto de amor sobre cada uno, en una vocación; sin dejarse engañar por las ideologías y los llama a la santidad y al compromiso en el hoy de la humanidad y la Iglesia”
También nos ha dicho que el Señor nos hace felices y nos quiere santos; no mediocres, ni licuados ni aguados…; que la paciencia, el aguante, la mansedumbre, la audacia, el fervor y la perseverancia en la oración son herramientas valiosas para crecer en santidad, para ser felices y hacer felices a los demás, confiados en el amor misericordioso de Dios (Gaudete et Exsultate - C’est la confiance)
La vida del Papa Francisco es un testimonio de Amor sincero a Jesús. Toda su vida fue un “Si, Señor, Tú lo sabes todo, sabes que te amo”, consciente de su fragilidad, como Pedro, rezaba mucho desde muy temprano, se confesaba y pedía a todos recen por mi… Francisco tenía una firme convicción del amor de Dios en su vida y que él lo amaba al Señor sinceramente.
El Papa Francisco fue obediente al pedido del Señor “Apacienta mis ovejas…” Su ministerio sacerdotal y episcopal lo vivió hasta el extremo de dar todo de sí mismo hasta el último día entregando el Anuncio de la resurrección y su cercanía con el Pueblo santo de Dios en la Plaza de San Pedro
Las palabras de San Pablo, ¡qué bien que nos hacen!… “Nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio” Con esta esperanza vivimos esta Eucaristía, en la comunión de fe y amor…
Sí, la resurrección de Jesús es el fundamento de la esperanza; a partir de este acontecimiento, esperar ya no es una ilusión. No; gracias a Cristo crucificado y resucitado, la esperanza no defrauda. Y es una esperanza comprometida que nos responsabiliza. Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, se dejan levantar y comienzan a caminar; junto con Jesús resucitado se convierten en peregrinos de esperanza, testigos de la victoria del Amor, de la potencia desarmada de la Vida.
¡Cristo ha resucitado! En este anuncio está contenido todo el sentido de nuestra existencia, que no está hecha para la muerte sino para la vida.
¡La Pascua es la fiesta de la vida! ¡Dios nos ha creado para la vida y quiere que la humanidad resucite!
Que la Virgen a quien tanto amó el Papa Francisco lo reciba en la gloria del Señor y a nosotros nos siga cuidando, peregrinos en esperanza hasta el reencuentro en el cielo. Amén.
Y rezamos por el Papa que vendrá…
QUE ELIJAS VOS, JESÚS.
Que elijas vos, Jesús.
Vas a buscar quien pase haciendo el bien por Galilea
y pague el precio de morir en cruz
por andar con los más pobres de tu pueblo.Que elijas vos, hijo de María.
Que tenga la voz y el tono de tu madre,
que derribe del trono a poderosos
... y enaltezca a aquellos más humildes.Que elijas vos, pastor bueno.
Mirarás ahí donde ya nadie mira,
buscarás al menor de los hermanos
a aquél que siga con olor a ovejas.Que elijas vos, Cristo-Mesías.
Señalarás a aquel que más se aleje
de ascensos y ambiciones desmedidas,
de negociar para ocupar la primacía.Que elijas vos, profeta de verdades,
a quien se atreva a proponer el Reino
con la humildad de los que siempre aprenden
y el respeto por lo que no lo creen.Que elijas vos, Hijo de Dios anonadado
A quien tenga tus mismos sentimientos
Y sea capaz de hacerse esclavo
De lo bueno, lo bello y verdaderoQue elijas vos, esposo enamorado,
sabrás del corazón de cada uno
buscando a aquel que ame sin reservas
y esté dispuesto a llevarnos a tu abrazo.Que elijas vos…
La iglesia está esperando.