Martes 1 de julio de 2025

Documentos


Corpus Christi

Homilía de monseñor Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza, en la solemnidad del Corpus Christi (Iglesia catedral Nuestra Señora de Loreto, 22 de junio 2025)

Mis queridos hermanos:

Esta solemnidad de Corpus Christi que hoy celebramos se conecta estrechamente con la fiesta de la institución de la Eucaristía del Jueves Santo. Así podemos recordar la emoción que nos alcanza en el triduo sacro con la entrega de Jesús camino al Calvario, para triunfar sobre la muerte y el pecado y regalarnos su Pascua. Esta celebración de hoy, representa por tanto, para la Iglesia, una oportunidad pedagógica para volver a insistir en la centralidad de la Eucaristía para nuestra vida y para la vida del mundo.

Es Dios quien quiere alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de su Hijo; es Jesús quien se entrega para nuestro bien. Y entonces, ¿cómo no evocar, en las palabras de Pablo, aquella situación tan intensamente generosa, donde Jesús se nos da para siempre? Si escuchábamos el texto de la carta a los Corintios, podemos percibir que se trata de la oración que rezamos en la misa, en el momento de la consagración.

Gracias a Pablo hemos conservado estas palabras de Jesús, que el sacerdote, al consagrar las especies sagradas, las proclama sobre el pan y sobre el vino. Me gustaría detenerme en esta ocasión en algunas expresiones. En dos oportunidades dice el texto: “Hagan esto en conmemoración mía”.

Jesús nos pide expresamente que repitamos sus gestos y lo hagamos presente en ellos. Hay un deseo de Jesús de quedarse para siempre con nosotros, y por eso ese pan y ese vino ahora nos lo expresan vitalmente y nos indican que no se ha ido, que está para cuidarnos, para acompañarnos. Si ustedes reparan en el texto, hay una expresión muy importante, que es la de partir el pan. Y es que Jesús nos indica, además, lo que tenemos que hacer en su nombre: porque Él se partió; no solo partió el pan, sino que Él se entregó, y en su entrega hemos sido salvados. Él se dio a los hombres, Él derramó su sangre para salvarnos. Así también nosotros damos la vida unos por otros cuando somos generosos, cuando amamos y servimos.

Esta representación que ahora nos hacemos mentalmente del valor de cada palabra, es la misma realidad que actuamos en cada Eucaristía, donde Jesús se hace presente en las Sagradas Especies eucarísticas.

Reparemos en el gesto de la liturgia que nos recuerda aquella ofrenda de Melquisedec, de pan y vino, para valorar que Dios quiso quedarse sencillamente entre nosotros, con unos frutos de la tierra y del trabajo del hombre, que explicitan además su deseo de que nos alimentemos, que seamos felices y que nos nutramos.

Cuando pensamos entonces en esta escena, queremos conectarla con la del Evangelio. Algunos podrán pensar que se trata de acontecimientos o hechos diferentes. Sin embargo, el Evangelio, con la multiplicación de los panes, anticipa lo que será la entrega de Jesús.

Allí también Jesús realiza gestos e indica a los apóstoles lo que harán en adelante, en esa tarde: “Denles ustedes mismos de comer”. Frente a la tentación de despedirlos —de decir “bueno, ahora nos desentendemos, ya está, ya tuvimos nuestra catequesis, nuestros milagros, nuestras enseñanzas, ahora cada uno para su casa”—, Jesús se hace cargo de las necesidades humanas más elementales para alimentarlos, y en aquel ejemplo, de una vez y para siempre, de alimentarnos a nosotros.

Qué interesante que en la solemnidad de Corpus recordemos esta escena, frente a tantas veces que nos preguntan por qué la Iglesia tiene que dar de comer, por qué la Iglesia tiene Cáritas, por qué la Iglesia hace estos gestos de preocuparse por los descartados, por los más pobres. Precisamente porque lo hizo Jesús; precisamente porque la entrega de Jesús se ha concretado en gestos de entrega permanente a lo largo de su propia vida, y que Él ha querido que la Iglesia los perpetuara para siempre.

Queridos hermanos, celebramos Corpus. No celebramos una fiesta que nos deja paralizados, sino vitalmente conectados, entusiasmados con el misterio de la entrega de Jesús. No somos espectadores; somos protagonistas de una relación de amor, donde Jesús nos expresa su entrega haciéndose pan y vino para la vida del mundo.

Mons. Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza