Viernes 29 de marzo de 2024

Mons. Scheinig animó a la compasión "desde adentro, hacia el otro"

  • 16 de septiembre, 2020
  • Luján (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió la Eucaristía del domingo 13 de septiembre en el Santuario de Luján.
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El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió la Eucaristía del XXIV domingo durante el año en la basílica y santuario nacional de Nuestra Señora de Luján.

En su homilía, se refirió a la compasión. “¿Qué sería del mundo sin compasión? Imaginemos un mundo, la Argentina, sin compasión. Es un mundo invivible, un mundo oscuro, frío, distante, es una selva. Así y todo uno ve que no es fácil la compasión, porque si no ¿cómo es posible pasar por delante de las personas heridas al costado del camino? Y de hecho pasamos”, admitió.

“No es fácil la compasión, por eso nos maltratamos, nos torturamos, nos matamos. Podemos soportar que miles de millones de personas transiten por el mundo sin tierra, sin techo, sin trabajo. Hay compasión, pero no es fácil. El Señor nos alienta a tenernos compasión los unos a los otros, que no es tenernos lástima. ¡Uy pobre, mirá cómo está! no alcanza para cambiar el mundo, para hacerlo al sueño de Dios, la lástima”, aclaró.

“Estamos leyendo un capítulo del Evangelio de Mateo en el que Jesús les dice a sus discípulos y nos dice a nosotros que por favor nos cuidemos y que cuidemos muy especialmente a los pequeños. Jesús invita a cuidar, a cuidarnos”, afirmó. “Le viene diciendo a sus discípulos, nos dice a nosotros, ‘no escandalicen’, ‘no sean piedra de tropiezo’, ‘si alguno se pierde, salgan a buscarlo’, ‘si es necesario, corrijan al otro fraternalmente’ y ‘perdonen’. Porque cuidar al otro es salvarlo, es rescatarlo. En la mente y en el corazón de Jesús, es tan valiosa cada persona que tenemos que hacer todo para salvar, para rescatar al otro. Tenemos que ser inmensamente arriesgados por el otro”, animó.

“Simón hace esta pregunta que nosotros también podemos hacerle a Jesús: ¿Siete veces está bien perdonar a alguien? Y siete veces no es poco. Es decir, yo voy perdonando, me intereso por el otro, pero hay un límite. Y Jesús le dice a Simón: ‘No hay límite Simón, para el perdón no hay límite’”. 

“Porque ese que debe una deuda imposible de pagar es perdonado porque el Señor tiene compasión de él. Pero cuando se encuentra con uno que le debe poquito, se cierra, no se compadece, no lo perdona. Jesús está yendo al centro de nuestra existencia, y nos dice que la clave es la compasión. La compasión es el motor del perdón. La compasión es el motor de la solidaridad, es lo que moviliza la fraternidad”, aseguró.

Cuando rezamos el “Yo confieso”, advirtió el prelado, el gesto corporal al decir “por mi culpa, por mi culpa”, simboliza “romper el corazón duro, el corazón endurecido, que pierde sensibilidad, que pierde capacidad de compasión. Hay que romperlo, hay que trabajarlo porque ahí está la clave nuestra”.

“El corazón se endurece porque tantas veces nos ha ido mal. Cuando nos acercamos al otro y nos sentimos rechazados, nos sentimos ofendidos. Perdonar, ser perdonados, pedir perdón, no es fácil. Y más de una vez nos hemos dado la cara contra la pared. Y no es fácil volver a levantarse después de un rechazo y uno se va endureciendo”, reconoció.

“Hay que hacer un trabajo muy fuerte para ablandar el corazón, lo interior, romper las durezas que tenemos, que es lo que nos distancia, nos enfrenta, lo que nos hace pensar a veces en clave de venganza hacia el otro y no en clave de perdón”.

“El sueño de Jesús, del Reino, el sueño de Dios y la voluntad de Dios, es un mundo humano, fraterno, vivible, un mundo hospitalario, en donde podamos recibirnos unos a otros”, aseguró, y a pesar de que “se ha complicado mucho el mundo”, los cristianos “estamos invitados a tener un movimiento como el del Señor, desde adentro, hacia el otro”. 

“Jesús nos invita a una experiencia distinta, a dejar que Dios se meta en lo profundo de nuestra limitación, de nuestra miseria, de nuestro pecado, a dejar que Dios, tocando lo miserable que somos, nos revele la verdad de lo que somos, gracias a Dios”.

“En nuestras manos está el presente y el futuro del mundo, en nuestras manos está el presente y el futuro de nuestra realidad social. Necesitamos ser compasivos los unos con los otros”, sostuvo.

“Pidámosle al Señor esta gracia, porque en esto nos jugamos mucho, no nos jugamos poco. Nos jugamos un presente y un futuro distinto. Sin compasión, sin ésta compasión que nos propone Jesús, no va a haber transformación del mundo”.+