Jueves 28 de marzo de 2024

Último adiós en San Isidro al padre Garralda

  • 10 de noviembre, 2020
  • San Isidro (Buenos Aires) (AICA)
La diócesis de San Isidro comunicó el fallecimiento del presbítero Jorge Garralda, ocurrido el 6 de noviembre, día en que cumplía 96 años. La misa exequial fue presidida por monseñor Ojea.
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La diócesis de San Isidro comunicó el fallecimiento, en la tarde del 6 de noviembre, del presbítero Jorge Garralda, en el día en que cumplía 96 años. “La tristeza de la despedida se transforma en gratitud por tanto que nos regaló en su vida, en oración por su pascua y en firme esperanza del Cielo que Jesús nos ha prometido”, expresaron.

En la mañana del 7 de noviembre y con asistencia limitada, se celebró la misa exequial, presidida por monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro, y concelebrada por el obispo auxiliar, monseñor Guillermo Caride, quien reflexionó sobre la vida y el testimonio del padre Garralda.

“Jorge era un hombre simple, sabía disfrutar de todas las cosas lindas de la vida, de las cosas alegres. Él gustaba de un buen encuentro, de una buena comida”. 

Jorge tenía la capacidad, como buen ingeniero, de dar una medida a las cosas, y no hacerse más problema de lo que las cosas son. Esta simplicidad que significa que en el corazón esté unificado el deseo. Hace unos días el salmo nos decía: ‘Sólo deseo una cosa, habitar en tu templo, Señor’. Jorge tenía una experiencia de Dios que expresaba esa unidad en el corazón. Todo le servía para dar gracias a Dios y vivir una espiritualidad desde lo cotidiano, desde lo sencillo”.

Sus restos fueron llevados luego al cementerio de San Fernando.

El obispo emérito de San Isidro, monseñor Jorge Casaretto, compartió una reseña sobre la vida del padre Jorge, que compartimos a continuación.

“Jorge debe haber ingresado al Colegio Episcopal San Agustín en el año 1960 o 61. Siempre recordaba que su vocación fue respuesta a un llamado del obispo. Era ingeniero y presidía la Acción Católica de Nuestra Señora de Aránzazu en San Fernando. El obispo visitó esa parroquia y le dijo: “¿Por qué no pensás en la posibilidad de ser sacerdote?”, esa pregunta alcanzó para responderla positivamente.

Tenía 39 años, lo que aceleró sus estudios y con Jorge Schoeffer -los tres Jorges-, nos ordenamos el 5 de septiembre de 1964 cursando el tercer año de teología en el Máximo de San Miguel. Jorge terminó sus estudios en Europa y recién allí adhirió a la espiritualidad de San Francisco de Sales.

Su vida sacerdotal la ejerció en Olivos. Monseñor Aguirre le había ofrecido la parroquia de Aránzazu pero él adujo que allí era demasiado conocido y prefirió ir a Olivos.

Cuando yo llegué como Obispo, al constatar la eficiente actividad que desplegaba, ni se me pasó por la cabeza cambiarlo. Porque tenía muy bien organizada la parroquia, lo cual le permitía además cumplir con dos misiones muy importantes: ser asesor nacional del Movimiento Familiar Cristiano y colaborar con el Tribunal Eclesiástico de Buenos Aires.

Desde su ordenación, su gran amigo sacerdotal fue Jorge Schoeffer.

Cuando por razones de edad presentó su renuncia, colaboró humildemente con sus sucesores sin generar ninguna competencia. Fue un sacerdote íntegro.

Se apoyó en la espiritualidad de San Francisco de Sales que, según entiendo, en tiempos de mucho clericalismo supo valorar la misión de los laicos. Fue muy sabio en la delegación de responsabilidades. Sus misiones más destacables las concretó en el orden educativo y familiar.

Si tuviera que describir en un término su personalidad sacerdotal diría: fue un hombre sabio. Con la sabiduría que solo el Espíritu puede infundir en nuestras vidas, y por lo tanto un buen consejero.

El Señor lo llamó Justo el día de su cumpleaños 96.

Damos gracias a Dios por su vida”.+