Sábado 20 de abril de 2024

El rosario, "sencillez, sobriedad y sinceridad", dijo Mons. Aspiroz Costa

  • 8 de octubre, 2020
  • Bahía Blanca (Buenos Aires) (AICA)
Al celebrar a la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, patrona de la Orden de los Dominicos, el arzobispo de Bahía Blanca presidió la eucaristía en la catedral diocesana.
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Al celebrar a la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, patrona de la Orden de los Dominicos, el arzobispo de Bahía Blanca y miembro de esta orden, monseñor fray Carlos Azpiroz Costa OP, presidió la eucaristía en la catedral diocesana. 

Al comenzar manifestó su “gozo particular de poder celebrar en nuestra iglesia catedral a Nuestra Señora del Rosario”. “La Virgen a lo largo de la historia se aparece, acompaña, está allí de maneras muy diversas pero siempre es Ella”, mencionó el obispo. 

Al recordar el origen de la fiesta que se celebra en muchas diócesis y comunidades del país, monseñor Azpiroz Costa dijo que “también la orden a la que pertenezco la tiene como patrona, porque se le atribuye a Santo Domingo la predicación de los misterios de Jesús a través de la devoción al santo rosario”. 

“Es curioso y paradójico que una fiesta de la virgen tenga origen en una batalla, la de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, fiesta que San Pío V reconoció como obra y gracia del Señor a través de Nuestra Señora de la Victoria”, explicó el obispo y, si bien mencionó que es extraño que una batalla sea el origen de una fiesta mariana, reconoció que “la vida es lucha, en el libro de Job, el profeta reconoce que la vida es una milicia”. 

Más adelante, monseñor Azpiroz Costa expresó que “nunca la Iglesia ha pretendido encerrar la victoria, la gloria, ni la fanfarria a esta coyuntura histórica. Entonces si celebramos a Nuestra Señora del Rosario es que estamos celebrando los misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria de Nuestro Señor Jesucristo que se hizo uno de tantos, se encarnó en nuestra propia humanidad para que podamos contemplar en nuestros gozos, nuestra luz y nuestro dolor, los misterios de Jesús y vivir la gloria de la resurrección todos juntos”. 

El arzobispo volvió a mencionar que “la vida es lucha y nuestros límites nos hacen experimentar nuestra  pérdida de control”. Sin embargo, resaltó que “la vida es un don” y animó a “no tenerle miedo a la herida del pecado original. La Virgen no es una marioneta que controlo a mi gusto con lo que me parece justo. Sino que su humanidad nos ayudan a experimentar el misterio de la vida en Dios, ese misterio en el que vivimos nos movemos y existimos”, completó.  

Luego añadió que “contemplar la vida y los misterios de Jesús con los ojos y el corazón de su Madre, es también contemplar los misterios de nuestros hermanos con la misma mirada: alegrarnos con sus gozos y sufrir con sus dolores, para unirnos un día a la gloria con Dios”.

Todo esto “implica la totalidad, la fidelidad, que va de la mano con la permanencia en Dios”, agregó y que “el rosario tiene como característica su sencillez, su sobriedad y sinceridad”, y asimismo mencionó “su permanencia y su existencia porfiada. El rosario es memoria”.

Por eso, agregó que “no podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos, si no amamos a nuestros hermanos a quienes vemos”. Por último, el arzobispo dijo que “el rosario es un digno de la piedad popular, como nos lo enseñan los santuarios. Es un ritual, pero al marcar el ritmo como un marcapasos en nuestra vida, nos ayuda a meditarlo en el corazón. Es una oración tangible, personal y comunitaria”.+