El arzobispo de Bahía Blanca invitó a vivir el envío misionero, la alegría cristiana y el perdón cotidiano, señalando que el legado más grande no es material sino espiritual: haber conservado la fe.
A través de la colaboración de miles de voluntarios y vecinos, se distribuyeron alimentos, ropa, y artículos esenciales, mientras se priorizaba el acompañamiento emocional y psicosocial.
La Misa Crismal, marcada por el espíritu jubilar y la reciente adversidad vivida en la ciudad, contó con la presencia de autoridades civiles, religiosas y nuevas incorporaciones al servicio pastoral.
El arzobispo bahiense recordó el origen de esta ciudad como fortaleza protectora y destacó el compromiso solidario del pueblo tras la tormenta del 7 de marzo.