Lunes 6 de mayo de 2024

Mons. Mestre: La misericordia es expresión concreta del amor

  • 13 de julio, 2022
  • Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
El obispo de Mar del Plata animó a observar en las acciones diarias a cómo obrar ante ese "hermano en situación de necesidad".
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En un nuevo domingo del tiempo ordinario, el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre, brindó los tradicionales tres puntitos y a través de los cuales reflexionó sobre el amor como mandamiento principal para heredar la vida eterna; la misericordia que se hace cargo expresión concreta del amor; Jesucristo: el Buen Samaritano.

El prelado instó a reflexionar sobre cada uno de ellos como “tres puntos para la oración y meditación”:

El amor es el mandamiento principal para heredar la vida eterna
Sobre este primer punto, el obispo de Mar del Plata recordó que en la época de Jesús los preceptos de la ley se habían multiplicado en número muy alto llegando a 613 y entonces ante la dificultad que esto suscitaba para poder cumplirlos todos y así heredar la vida eterna, se dejó en claro que la clave está en el amor a Dios y al prójimo. “La respuesta está en una suerte de equilibrio dinámico en el amor a Dios y el amor al prójimo como único mandamiento para heredar la vida eterna”, señaló.

En ese sentido, preguntándose en voz alta, instó a observar internamente si “me preocupa“ heredar la vida eterna o cómo “estoy viviendo el mandamiento del amor”, ese “equilibrio amor a Dios y amor al prójimo".

La misericordia que se hace cargo. Es expresión concreta del amor
Como segundo punto, monseñor Mestre, recordó que el Buen Samaritano, vio a aquel hombre moribundo al costado del camino y se conmovió. “Literalmente lo ve y se le revuelven las entrañas, se estremece de ternura y misericordia. Este ver y conmoverse es la misericordia en su sentido pleno que se hace cargo del hermano en situación de necesidad”. 

Aseguró que “la misericordia es más que un sentimiento” porque “se compromete de forma muy concreta y eficaz. Eso es lo que debemos imitar de esta parábola ejemplar”.

Buscando entonces que el amor al prójimo se exprese en lo concreto como lo hizo el buen samaritano, animó a analizar detenidamente si “mi amor por los demás se expresa en este ‘ver y conmoverse’, o si tiendo a pasar de largo… a seguir mi camino…”. Además, monseñor Mestre pidió sincerarse y meditar si realmente “me hago cargo de la debilidad, miseria o problema del que está cerca de mí”. 

Jesucristo: el Buen Samaritano
Finalmente, el prelado destacó que la tradición de la Iglesia rápidamente vio en la figura del buen samaritano al mismo Jesucristo, “que por amor y misericordia viene a rescatar a la humanidad de la miseria del pecado y todas sus consecuencias”. 

Por eso, “la liturgia nos regala el hermoso Prefacio común VIII (himno oración de la Liturgia de la misa antes del canto del Santo) donde se nos invita a contemplar a Jesús, el Buen Samaritano, que sale al encuentro de todo ser humano sufriente. 

Sobre este último punto, en vez de utilizar las tradicionales preguntas, pidió orar “con este bello texto litúrgico”:

Prefacio común VIII - Jesús, Buen Samaritano

V.   El Señor esté con ustedes
R.   Y con tu espíritu.
V.   Levantemos el corazón.
R.   Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V.   Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R.   Es justo y necesario.

En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
en todos los momentos y circunstancias de la vida,
en la salud y en la enfermedad,
en el sufrimiento y en el gozo,
por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien
y curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano,
se acerca a todo hombre
que sufre en su cuerpo o en su espíritu,
y cura sus heridas con el aceite del consuelo
y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia,
incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor,
vislumbramos la luz pascual
en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso, unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos a una voz el himno de tu gloria.+