Jueves 18 de abril de 2024

Mons. Ojea compartió lo vivido en el Sínodo de la Amazonía

  • 20 de noviembre, 2019
  • Buenos Aires (AICA)
En el encuentro "Amazonía: de la escucha a la conversión integral"
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En el marco del Encuentro “Amazonía: de la escucha a la conversión integral”, que se desarrolló en la sede de la Conferencia Episcopal Argentina, el obispo de San Isidro y presidente del Episcopado, monseñor Oscar Ojea, compartió lo vivido durante el Sínodo de la Amazonía.



“El clima que vivimos -relató monseñor Ojea- fue de mucha fraternidad”. Desde el punto de vista de la fe, afirmó, “se hace muy palpable el Espíritu Santo a través de la escucha”.



En cuanto a la dinámica del encuentro sinodal, explicó: “El sínodo comienza con unos cuantos días que se dedican casi exclusivamente a la escucha, hablan los padres sinodales que son 157, y entre las intervenciones había un tiempo de reflexión sobre lo pensado”.



“Esto era una preparación a los doce círculos menores, que se conformaban según las lenguas, de 20 integrantes cada círculo, entre los padres sinodales, sacerdotes, religiosos, religiosas, peritos teólogos, laicos e indígenas”, detalló.



“El recuerdo más nítido que tenga de este Sínodo serán los momentos en los círculos menores, donde se fue dando una amistad en el intercambio de personas con visiones y criterios bastante diferentes, pero poniéndonos de acuerdo para la elaboración de documento final”, reconoció. “El grupo de redacción junta los proyectos de documento de los círculos menores y elabora un proyecto final. Este fue el momento más tenso del Sínodo”, admitió, porque “muchos círculos empiezan a establecer desacuerdos”.



Finalmente, relató, “con 831 correcciones se votó el documento final, fruto de un auténtico trabajo comunitario, de distintos pareceres”.



Además de la fraternidad, monseñor Ojea destacó que el Sínodo se desarrolló en un clima de mucha oración, y que “fue muy importante la presencia continua del Santo Padre en todas las sesiones: se movía como un párroco que está en el atrio y saluda a los fieles”, recordó, y consideró que “todo esto crea un clima muy importante”. Además, el Papa intervenía y aportaba devoluciones importantes.



Por otra parte, destacó la importancia de la encíclica Laudato si’, que “hace un enorme esfuerzo para explicarnos que todo está conectado y para valorar cada ser de la creación en su belleza, en la necesidad de su permanencia”. En ese sentido, advirtió que “el clamor de la tierra y el clamor del pobre están puestos en paralelo. En el pensamiento de Laudato si’, todo está conectado”.



“La ecología integral nos invita a no tener sólo una lectura ‘verde’ del problema, sólo como problemas ambientales, sino una lectura conjunta y armónica, todo está conectado”, sostuvo.



Ejemplificando este punto, señaló: “Si por el extractivismo que se practica sobrevolando las leyes que existen, se da una contaminación importante del agua, la pesca no será igual y los ribereños tendrán que migrar, y viene el tema de las migraciones que no sabemos manejar. Todo problema ecológico conlleva un problema social. La extinción de una especie está emparentada con la extinción de una cultura, lo que es mucho más grave”, alertó. “La mayoría de las migraciones de las comunidades de la cuenca son forzadas”, indicó, corresponde a una necesidad que “conlleva lo más triste: droga, prostitución, trata de personas, pérdida de identidad y desestructuración de su cultura”.



En ese marco, destacó el obispo, “aparece la necesidad de encontrarse con Cristo, de preguntar en la oración qué me quiere decir Jesús con esta realidad, qué me pide la Iglesia”. Durante el Sínodo, se planteó cómo acompañar este mundo pluriétnico y pluricultural, como Iglesia samaritana, misericordiosa y mariana.



Aquí, destacó monseñor Ojea, aparece el tema de la conversión integral, y el primer tema fue el diálogo interreligioso. En ese sentido, una de las preguntas que surgieron en el sínodo fue “¿Por qué la Iglesia católica, que ha desarrollado después del concilio un diálogo interreligioso muy profundo con judíos y musulmanes, un diálogo que funciona bien, no tienen diálogo interreligioso con los indígenas?”.



La mayoría de las comunidades de la Amazonía, destacó monseñor Ojea, son evangélicas, luego católicas y las religiones ancestrales. El interrogante es “¿Qué actitud tener para con los pueblos en aislamiento voluntario?”, planteó, y “cómo atender al migrante en un mundo de migración continua, que se multiplica continuamente”. Para esto, es necesario “replantear una pastoral que tenga que ver con la hospitalidad”, consideró.



Otro de los temas de importancia tratado en el sínodo fe la atención de los jóvenes: “En el Amazonas, la pastoral juvenil se transforma en pastoral de adicciones”, advirtió el presidente del Episcopado, y haciendo un paralelismo con la situación en la Argentina, llamó a buscar la manera de “enfrentar juntos como Iglesia el fenómeno de las adicciones”.



“Esta espiritualidad nos puede ayudar a discernir en qué lugar nos debemos posicionar para escuchar el grito de la tierra y el grito del pobre, conectados íntimamente, porque los medios de comunicación tienden a impedir la percepción de este grito y también a que nuestra sensibilidad se impregne adecuadamente de la realidad”, detalló.



“Vivimos en una civilización de la imagen, que nos tiene acostumbrados a vivir mirando una pantalla”, reconoció, que “nos induce a ver la realidad como un espectáculo que sucede fuera de nosotros en el cual entramos y salimos libremente y nos sitúa muy lejos de una intervención”. Por eso, “es necesario reconectarnos con la realidad buscando una nueva armonía relacional con Dios, con el hermano, con nosotros mismos y con la naturaleza. Somos seres relacionales y no aislados”, destacó.



“Si queremos iniciar un proceso contracultural que contraste el paradigma tecnocrático con el paradigma del cuidado, que nos forme con una mirada y un pensamiento distinto capaz de implementar políticas y programas educativos que lleguen a transformarse en un estilo de vida que toque cosas muy concretas como los hábitos de consumo, deberemos basarnos en una espiritualidad que sea el fundamento de una auténtica conversión ecológica”, afirmó.



“El paradigma del cuidado genera en nosotros actitudes responsables frente a los seres y las cosas”, consideró el prelado, lamentando que nuestra cultura tenga “mucho de irresponsable”.



“La historia del pecado en nuestra vida nos ha hecho construir murallas defensivas que nos aíslan y nos colocan en continuo recelo frente a los demás seres, refugiándonos en un individualismo que contradice nuestra misma vocación humana”, alertó, y planteó: “¿A través de qué medios podemos rescatar esta primera experiencia del cuidado y cómo podemos hacerla emerger a nuestro corazón?”.



Finalmente, llamó a “desarrollar vínculos de comunión”, relaciones “de sujeto a sujeto”, no como alguien que lo ve en una pantalla o que lo mira como el objeto de una encuesta o como un caso que prueba una teoría que justifica un aprendizaje, sino como otro “sí mismo”, que permite “ejercitar un modo de ser humano esencial: el modo de Jesús”.



“Es fundamental para desarrollar una espiritualidad profunda que nos lleve a la conversión ecológica, el contacto personal con hermanos en situación de pobreza extrema, los que sufren el descarte y que sin duda, como dice Evangelii Gaudium, tienen mucho que enseñarnos, ya que además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen a Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos, la nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia”, concluyó.+