Martes 19 de marzo de 2024

El Papa al Marianum: "Los tiempos que vivimos son los tiempos de María"

  • 24 de octubre, 2020
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
"Un mundo sin madres no tiene futuro", dijo el Papa a los profesores y alumnos de la Facultad Teológica Marianum.
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“Necesitamos la maternidad, que genere y regenere la vida con ternura, porque solo el don, el cuidado y el compartir mantienen unida a la familia humana. Pensemos en el mundo sin madres: no tiene futuro” dijo esta mañana el papa Francisco al recibir a los profesores y alumnos de la Pontificia Facultad de Teología “Marianum” en Roma.

El Papa comenzó su alocución preguntándose: “¿Sirve la mariología a la Iglesia y al mundo de hoy?” Su respuesta fue afirmativa: “Ir a la escuela de María es ir a una escuela de fe y vida. Ella, maestra porque es discípula, enseña bien el alfabeto de la vida humana y cristiana”.

Seguidamente recordó la importancia que el Concilio Vaticano II dio a la Mariología, particularmente el capítulo VIII de Lumen Gentium y subrayó: “Así como el Concilio sacó a la luz la belleza de la Iglesia volviendo a las fuentes y removiendo el polvo que se había asentado a lo largo de los siglos, así las maravillas de María pueden ser mejor redescubiertas yendo al corazón de su misterio. Allí surgen dos elementos, bien destacados por la Escritura: ella es madre y mujer”.

María, madre y mujer
El Papa citó el Evangelio de Juan cuando “Jesús, en aquella hora salvadora, nos daba su vida y su Espíritu; y no dejó que su obra se realizara sin darnos a la Virgen, porque quiere que caminemos en la vida con una madre, más aún, con la mejor de las madres”.

En este sentido, el obispo de Roma subrayó el hecho de que “la Iglesia necesita redescubrir su corazón maternal, que late por la unidad; pero también necesita que nuestra Tierra se convierta en el hogar de todos sus hijos”. 

“La Virgen lo desea, quiere dar a luz un mundo nuevo, donde todos seamos hermanos y hermanas, donde haya lugar para cada persona descartada en nuestras sociedades”. Necesitamos la maternidad, la que genera y regenera la vida con ternura, porque sólo el regalo, el cuidado y el compartir mantienen unida a la familia humana”.

Seguidamente, el Papa contrasta lo que sería un mundo sin madres y declara: “El mundo, sin madres, no tiene futuro: las ganancias y los beneficios por sí solos no dan un futuro; por el contrario, a veces aumentan las desigualdades y las injusticias. Las madres, en cambio, hacen que todos los niños se sientan como en casa y dan esperanza”.

A continuación, invitó al Marianum a “ser una institución fraterna abierta a nuevas posibilidades de colaboración con otras instituciones como una gran familia en la que se reúnen diferentes tradiciones teológicas y espirituales y que contribuyan al diálogo ecuménico e interreligioso”.

María es mujer, afirmó Francisco, “la nueva Eva, que desde Caná hasta el Calvario interviene para nuestra salvación. Finalmente, es la mujer vestida de sol la que se ocupa de los descendientes de Jesús. Así como la madre hace de la Iglesia una familia, la mujer nos hace un pueblo”.

El Papa instó al Marianum a impulsar los estudios mariológicos y que tenga una mirada atenta sobre la piedad popular para que la “promueva y, a veces, la purifique, prestando siempre atención a los “signos de los tiempos marianos” que están pasando por nuestro tiempo”.

Entre los signos de los tiempos, afirma Francisco, “está precisamente el papel de la mujer: esencial para la historia de la salvación, sólo puede ser esencial para la Iglesia y el mundo. ¡Pero cuántas mujeres no reciben la dignidad que les corresponde!” 

A este cuestionamiento, añadió el Papa, “La mujer, que trajo a Dios al mundo, debe ser capaz de traer sus dones a la historia. Se necesita su ingenio y estilo. La teología lo necesita, para que no sea abstracta y conceptual, sino delicada, narrativa, vital. La mariología, en particular, puede ayudar a llevar a la cultura, también a través del arte y la poesía, la belleza que humaniza e infunde esperanza. Y está llamada a buscar espacios más dignos para las mujeres en la Iglesia, empezando por la común dignidad bautismal”.+