Jueves 18 de abril de 2024

Mons. Colombo anima a los sacerdotes a un mayor compromiso con los enfermos

  • 22 de febrero, 2021
  • Mendoza (AICA)
"No nos dejemos ganar por el miedo, la indiferencia o el alarmismo. Actuemos con sumo cuidado, sin dejar de estar presentes", sostuvo el arzobispo al presidir anticipadamente la Misa Crismal.
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El arzobispo de Mendoza, monseñor Marcelo Daniel Colombo, presidió anticipadamente la Misa Crismal en la parroquia Nuestra Señora de los Dolores, de la capital provincial, donde consagró el santo crisma, renovó las promesas sacerdotales del clero mendocino y bendijo los óleos de los catecúmenos y los enfermos.

“A causa de la pandemia y las necesarias disposiciones sanitarias, la iniciación cristiana se ha visto condicionada. Con el tiempo, se ha logrado, en parte, normalizar la administración de los sacramentos del bautismo, la Eucaristía y la confirmación. Contribuyeron a ello los distintos equipos pastorales que han sabido ingeniárselas para celebrar estos sacramentos después que se restablecieron algunas condiciones para ello”, destacó, pero se preguntó: “cómo será este año”.

“La dura experiencia de 2020 nos debe ayudar a madurar alternativas concretas a la presencialidad en materia de preparación, sin ceder a la tentación del sacramentalismo, asumiendo como sacerdotes una actitud proactiva para estar cerca de las vidas de las familias, así como de los adolescentes y jóvenes que pueblan nuestros grupos de confirmación”, pidió, y recordó: “La suerte de nuestra gente es la nuestra; sus problemas son los nuestros; no podemos ni queremos dejarlos solos en estas circunstancias”.

El prelado puntualizó que “un ámbito más exigente y que nos crea perplejidad en cuanto al mejor modo de afrontarlo, es el mundo del dolor” e indicó: “Algunas comunidades parroquiales han asumido con creatividad y fidelidad a sus hijos, el seguimiento y acompañamiento de los enfermos: la formación y difusión de grupos de escucha y el aprovechamiento de las visitas de Cáritas, han permitido estar presentes en la vida de muchas personas, alentando su esperanza”. 

“Algunos hermanos sacerdotes han vivido en primera persona la angustia que causa la fragilidad de la salud física y psíquica. En esto ha sido importante sostenernos no sólo en la oración sino también con los medios concretos que hicieron falta. Necesitamos aprender de la experiencia vivida para buscar ayuda, abriéndonos a los hermanos, y no dejarnos abrumar por el peso de una soledad que pudiera abatirnos y hacernos sentir insignificantes y abandonados”, planteó.

Monseñor Colombo animó a los sacerdotes “un compromiso mayor con la atención de nuestros hermanos enfermos”, al subraya “Si el Servicio Sacerdotal de Urgencia es un instrumento eclesial de ayuda en momentos críticos de la vida de una persona, la pastoral de la salud parroquial y la visita sacerdotal al enfermo siguen siendo el modo ordinario y querido por la Iglesia, aún en el marco de pandemia, para hacer presente el ministerio de Cristo”. 

“No podemos remitirlo todo al Servicio sacerdotal de urgencia, llegado el caso, o a aquellos sacerdotes que sabemos son más sensibles a esta problemática. Los enfermos son parte del pueblo encomendado a nuestro cuidado. Las medidas de higiene y seguridad las conocemos, las disposiciones cuando hay una internación también nos han sido explicadas. No nos dejemos ganar por el miedo, la indiferencia o el alarmismo. Actuemos con sumo cuidado, sin dejar de estar presentes y pidiendo nosotros mismos a otro sacerdote si perteneciéramos a grupos de riesgo o estuviéramos enfermos”, sugirió. 

Tras recordar que éste es el Año dedicado a San José, al que definió como “padre en la ternura”, agradeció a todos y a cada uno, “la entrega generosa en el ministerio. En particular la cercanía vital con nosotros los obispos en momentos difíciles y exigentes de nuestra misión”.

“Las dificultades vividas nos purifican en esta parte de nuestras vidas y nos ayudan a valorar el don de Dios que es nuestro pueblo, presente en tantas parroquias y comunidades, el regalo de nuestra Iglesia particular, de su presbiterio sin tensiones ni divisiones estériles, más allá de las diferencias de edad o de pensamiento y con experiencias concretas de fraternidad sacerdotal, así como del extendido servicio de nuestros diáconos permanentes, la presencia significativa de la vida consagrada y del apostolado laical en las nuevas fronteras existenciales de nuestra Mendoza de hoy. En una Iglesia toda ministerial, los diáconos permanentes, la vida consagrada y el apostolado laical contribuyen a nuestro propio testimonio, comunicándonos la preeminencia del mandamiento del amor en los distintos estados de vida, en las diferentes llamadas”, aseguró.

Por último, monseñor Colombo pidió a Dios para que “todos, para ustedes queridos hermanos presbíteros, para los diáconos permanentes, para los consagrados, para las familias y comunidades, la bendición del Señor y aquellas gracias que estén necesitando”.

“María, nuestra Madre del Rosario, nos guía y acompaña para decir que sí a la urgencia del amor al que nos invita Jesús, su Hijo y buen Pastor”, concluyó.+

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