Jueves 28 de marzo de 2024

Mons. Fernández: "¡Fuerza y alegría, catequista!"

  • 22 de agosto, 2020
  • La Plata (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Manuel Fernández, dedicó a los catequistas en su día una oda y una reflexión, animándolos a contemplar a Jesús Maestro para renovar su deseo de encuentro. 
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Al celebrar el viernes 21 de agosto la memoria de San Pío X, patrono de los catequistas, el arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Manuel Fernández, dedicó a los catequistas en su día una oda y una reflexión. Desde la catedral diocesana celebró la Eucaristía uniéndose en oración por los agentes pastorales que sirven en esta tarea en la arquidiócesis.

“Hoy queremos contemplar, porque nadie celebra si no es capaz de contemplar”, comenzó diciendo, y reflexionó sobre “el Maestro”; “la Palabra”; “los rostros”; “la pasión por el crecimiento”; “la paciencia y confianza ante el misterio”; y “contemplar al Maestro en comunión”.

“En este día del catequista, contemplamos sobre todo al Jesús maestro, al Jesús catequista. Es el Señor que distribuye el pan de su Palabra y siembra su vida en los corazones de la gente”, expresó monseñor Fernández, y animó no solo a “imitarlo en mi tarea, sino dejarle que sea mi Maestro”, porque “cuando el catequista contempla a Jesús Maestro, cuando lo adora y dialoga con él, en esa misma oración se siente impulsado a ser catequista como Jesús; allí mismo brota el deseo del encuentro catequístico”.

Sobre la Palabra, mencionó que ésta es “eficaz y tiene fuerza para seguir haciendo su obra en la propia vida”, exhortando a reconocer “el rostro del Maestro que está hablando, que está enseñando”. Monseñor Fernández recordó que cuando algo de la Palabra no se comprende, es importante “implorar la ayuda de la gracia, y hace un nuevo intento personal por dejarse hablar por la Palabra, por dejarse tocar y movilizar personalmente”.

Pero, “hay algo más que se contempla”, afirmó refiriéndose a los rostros de los catequizandos. El catequista ya “no vive un encuentro con Cristo meramente intimista. No puede evitar incorporar a sus catequizandos en ese encuentro, le brota espontáneamente la actitud de entregarlos al Señor, de pedirle por sus necesidades, de ofrecer su comunión por ellos”. 

“Contemplando a Jesús Maestro, el catequista vive el gozo y el deseo del crecimiento. La catequesis es un ministerio para ayudar a crecer. El misionero hace el primer anuncio, y el catequista lo retoma y lo hace madurar, profundizar”, reflexionó más adelante, y exhortó a ser “enamorados del crecimiento”, de sus catequizandos.

Sin embargo, este crecimiento no se puede “controlar y medir” por el catequista, “porque se sabe un limitado instrumento de algo que lo supera por todas partes. Porque sabe que el Espíritu hace su obra secretamente, misteriosamente, sin que sepamos cómo”. En este sentido, sostuvo que “esta convicción debería estar marcada a fuego en el corazón del catequista, de manera que pueda respetar y esperar pacientemente los tiempos de las personas”.  

Luego, el prelado animó a “contemplar al Maestro en comunión”: “Cristo nos quiere unidos, nos reúne, no quiere discípulos aislados, sino en comunión”, afirmó. Por eso, animó a los catequistas a vivir su espiritualidad en comunión, “configurando una verdadera comunidad educativa que esté impregnada de espíritu comunitario y que esté abierta a una comunidad eclesial más amplia”. “Que el Señor bendiga a todos los catequistas en su día, e infunda en ellos su Espíritu Santo para que puedan vivir esta espiritualidad bien catequística”, concluyó.

Finalmente monseñor Fernández obsequió a los catequistas una oda:

Oda a las/los catequistas 

Te enamoraste de Jesús, el Maestro. 
Lo contemplaste en el Evangelio 
enseñando a orillas del lago, 
echando la semilla en los corazones, 
prestando atención a cada uno, 
con paciencia y cariño. 

Y el Maestro te cautivó. 
Soñaste ser como Él, 
quisiste darle una mano en su siembra sagrada. 

Por eso, sabés que no sos el centro, 
el centro es Él. 
Tu pasión es llevar a otros 
más y más al encuentro con Él. 
Más y más. 
Tu catequesis es eso: llamar a crecer. 

¡Qué gozo y qué fiesta! 
Es ver crecer a Jesús en la vida de los otros, 
intuir cada paso que van dando, 
como si fueran hijos tuyos que maduran. 
Es percibir la acción secreta del Espíritu 
en medio de los límites humanos. 

Tu ministerio está hecho 
de paciencia y de ternura, 
esperando sin angustia que el fruto madure. 
Está hecho de encuentros 
donde cada uno es importante y valioso 
con su libertad tocada por la Palabra, 
convocada por el Evangelio. 

Sos como el pastor de un pequeño rebaño 
que la Iglesia te encomienda, 
y respetás a cada uno  
con su historia y sus sueños. 
Caminás con ellos 
y adaptás tu paso a la marcha de ellos 
para enseñarles el camino del amor, 
para llevarlos poco a poco a verdes prados. 

En tu soledad, 
el corazón se puebla de sus rostros 
y frente al Señor dejás sus vidas, 
los entregás como ofrenda de amor. 

Allí también, junto al Maestro, 
sanás tus cansancios, fracasos,  
insatisfacciones, heridas. 
Y en cada Eucaristía 
es como si ellos, junto a vos 
recibieran el alimento de la gracia. 

Cristo no te abandona, 
Él trabaja a tu lado 
y te llama a la comunión fraterna 
con los demás catequistas  
y con el pueblo de Dios. 
No hay catequesis 
sin ese gozo fraterno, 
sin la comunidad de fe. 

Porque la catequesis no es tuya, 
es de la Iglesia que te convoca 
y te pone en los brazos de María. 

¡Fuerza y alegría, catequista! 
Sólo queda agradecer, 
y seguir soñando 
y seguir sembrando.

Mons. Víctor Manuel Fernández